Relaciones sexoafectivas

Ligar y pantallas: ¿El binomio contemporáneo?

Suponer que esta 'apps' como Tinder producen - por sí mismas- un funcionamiento específico y diferente que transforma a las personas es mucho suponer

Una persona utiliza la aplicación de Tinder.

Una persona utiliza la aplicación de Tinder. / ShutterStock

Gemma Altell

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Parece que actualmente es difícil hablar de ligar sin hablar de aplicaciones y pantallas. Incluso la cantidad de 'matchs' en un determinado destino vacacional puede condicionar la decisión de dónde ir de vacaciones. Como todas las nuevas tendencias sociales que entran con fuerza, durante un tiempo, parecen ocupar todo el espacio. Es cierto que la aparición de Tinder –entre otras 'apps'– transformó la forma de establecer relaciones sexuales y también relaciones afectivas. Las resistencias lógicas a los cambios sociales se expresaban también en este caso y, con toda probabilidad, algunas reservas tienen sentido.

Sabemos que los entornos digitales permiten “tunearnos” y dar una imagen de nosotras mismas y observar una imagen de otras que quizás no corresponde a nuestra cotidianidad. También puede resultarnos perturbador pensar que son encuentros 'fast food' que no permiten una profundización en el conocimiento de la otra persona. Y, sobre todo, el riesgo y la constatación de que las violencias sexuales que se producen y sufren las mujeres a través de estos canales están por encima del 22% tal y como apuntaba un estudio reciente.

Todo esto es verdad, pero antes de caer en el “cualquier tiempo pasado fue mejor” que, como ya sabemos, comporta muchos riesgos, me gustaría diferenciar cuál es la responsabilidad del 'canal' en todo esto y qué parte tiene que ver con la dimensión humana, la falta de educación sexual y afectiva y, sobre todo, la todavía prevalente carencia de perspectiva feminista en nuestra sociedad y la virulencia de la violencia machista.

Por un lado, sería importante tener en cuenta que el hecho de que haya una nueva vía o canal de contacto relacional no implica que actualmente todas las relaciones sexuales y/o afectivas se construyen a partir de aquí. Que sea nuevo, concreto y específico hace que podamos poner el foco en el análisis mucho más que en cualquier otra vía relacional. Por otro lado, suponer que esta vía produce - por sí misma- un funcionamiento específico y diferente que transforma a las personas es mucho suponer. La capacidad para mostrar lo que consideramos nuestra mejor cara y 'leer' a la otra persona con la versión que mejor nos encaja con lo que buscamos no es algo que exista a partir de las 'apps' para ligar.

Tampoco la profundidad de las relaciones está necesariamente presente en aquellas que se establecen fuera de las 'apps' por ejemplo en entornos de ocio o laborales, etc. En todo caso, tendrá que ver con cuál es el objetivo de la relación y si este está explícitamente consensuado. Y esta cuestión nos lleva al último punto: las violencias sexuales que se producen. Son ciertas y seguramente con cifras más elevadas todavía. Las violencias sexuales son una lacra social y no son las 'apps' de ligar quienes las provocan. Hay agresores sexuales concretos y una falta de educación sexual que hace que no pongamos el consentimiento en el centro dentro y fuera de las 'apps'. Sabemos también que un grueso importante de las violencias sexuales las perpetra hombres conocidos o amigos de las víctimas por lo que el problema no son las apps ni el contacto con desconocidos. Tinder y otros son un mecanismo más fácil para la impunidad de estas violencias - aquí las empresas que hay detrás deben responsabilizarse- pero no son la causa. Las 'apps' también deberían poder ser un espacio relacional para las mujeres y no un nuevo escenario de miedo que limite nuestras libertades y derechos.