La campaña militar (102)

La OTAN no tiene sitio para Ucrania (de momento)

Zelenski llega a la cumbre de la OTAN.

Zelenski llega a la cumbre de la OTAN. / EP

Jesús A. Núñez Villaverde

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Por mucha filigrana que hayan empleado los encargados de elaborar el comunicado final de la Cumbre de la OTAN celebrada esta semana en Vilna para no incomodar a Kiev, el mensaje es evidente: Ucrania ni está ni se la espera como miembro de la Alianza Atlántica. Ese era el sueño/exigencia/súplica de Volodímir Zelenski, que incluso llegó a mostrar abiertamente su decepción por adelantado, en un intento final por forzar una decisión que íntimamente sabía de antemano que quedaría por debajo de sus expectativas. Zelenski sabe que Ucrania no habría llegado hasta aquí si no hubiera sido por el apoyo recibido de Estados Unidos y el resto de países que confluyen en el Grupo de Ramstein y, por tanto, sabe también que no puede permitirse un desplante que ponga en peligro unos suministros vitales para la supervivencia de Ucrania como Estado soberano.

Visto así, lo que ha obtenido Kiev de momento podría parecer poco más que palabras. Es cierto que el comunicado confirma que el sitio de Ucrania está en el seno de la familia euroatlántica -algo que ya era sabido desde que, junto a Georgia, así quedara recogido en el comunicado final de la Cumbre de Bucarest, en 2008-, pero también lo es que no habrá una invitación formal hasta que los 31 aliados actuales (más Suecia) así lo acuerden -lo que apenas oculta las diferencias de opinión existentes- y hasta que se den las condiciones para ello- es decir, después de que termine la guerra. A partir de ahí, sin un calendario detallado de adhesión y sin unas garantías colectivas de seguridad, todo lo demás parece poco para Kiev, sea la creación de un Consejo OTAN-Ucrania (similar al que hubo en su día con Rusia) que le permite a Zelenski mantener una relación directa con la organización para plantear consultas en materia de seguridad y defensa, o el plan plurianual de ayuda económica y militar para asegurar que sus fuerzas armadas van a seguir contando con los medios necesarios para hacer frente a los invasores rusos.

En paralelo, algunos países -como acaban de anunciar los que conforman el G7 y otros ocho más, entre los que figura España- se muestran dispuestos a ir un poco más allá, comprometiéndose a otorgar garantías de seguridad en clave bilateral. En esa línea encaja igualmente el anuncio francés de inminente entrega de misiles crucero SCALP, añadidos a los Storm Shadow que ya ha entregado Londres y adelantándose a los ATACMS que probablemente acabará transfiriendo Washington. Un comportamiento que visibiliza las diferentes sensibilidades entre quienes entienden que hay que aumentar la apuesta, convencidos de que Ucrania puede derrotar a Rusia en el campo de batalla, y los que, sobre todo, temen que cualquier nuevo paso implique una escalada rusa que puede llegar incluso hasta el uso de armas nucleares.

Militarmente Ucrania está sobradamente preparada no solo para estar en la OTAN, aunque solo sea porque actualmente no hay ningún otro ejército europeo que haya demostrado más operatividad en el campo de batalla, sino para contribuir positivamente a la seguridad de otros vecinos. De ahí se deduce que la negativa de los 31 aliados a ir más allá de lo acordado en Vilna -con Zelenski insistiendo en que la incertidumbre de la Alianza es una debilidad que solo estimula a Rusia para seguir adelante- es netamente de carácter político. En otras palabras, es la OTAN la que no está preparada política y militarmente para asumir el reto de dar un paso de esa magnitud porque (entonces sí) eso supondría estar en guerra con Rusia.

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