En femenino

Cambiar de óptica

Las mujeres hacemos cine que por lo general propone una visión de los personajes que escapa a los clichés y exploramos conflictos nuevos, históricamente menos contados

Archivo - Carla Simón en el rodaje de ‘Alcarràs’

Archivo - Carla Simón en el rodaje de ‘Alcarràs’ / AVALON - Archivo

Ángeles González-Sinde

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El poder de las mujeres cineastas emana de la ley. Si no hubiera sido por los incentivos y las ayudas a las películas que dirigen, escriben, producen y ejecutan desde otros oficios las mujeres, no hubiéramos visto este incremento de mujeres cineastas. Ojo, no hablamos solo de directoras. Por primera vez hay mujeres pilotando departamentos absolutamente masculinizados como el de cámara. Resultó que las políticas de igualdad del gobierno de Zapatero con Bibiana Aído al frente eran necesarias y estaban bien diseñadas. Cuando la directora general del instituto de cine sueco Anna Serner introdujo medidas radicales para alcanzar la paridad en el cine de su país, muchos productores varones se quejaron: “No es que no queramos, es que no hay mujeres cineastas.” A lo que ella replicó: “Mujeres hay, pero hay que buscarlas.” Así se ha demostrado también en España. Ahora vemos los frutos con esa rica cosecha.

No significa que hayamos llegado al final del camino. Si eres mujer, joven y planteas tu primer proyecto, te saldrán muchos pretendientes porque para el primer y el segundo largometraje las ayudas son más cuantiosas. Lo duro vendrá después, cuando los puntos bajen y seas una más del montón. Entonces la financiación se volverá difícil, más si tu película no es ni la comedia ni el policíaco que las plataformas y cadenas buscan. La industria ha restringido en las últimas décadas el abanico de opciones temáticas. Unos opinan que por el algoritmo, otros que porque el público adulto que veía los dramas se perdió con la pandemia y no ha regresado.

Sea como fuere, eso perjudica especialmente a las mujeres. Hacemos cine que por lo general propone una visión de los personajes que escapa a los clichés, simplemente porque vemos la realidad desde otra óptica y exploramos conflictos nuevos, históricamente menos contados. Eso enriquece el retrato que componemos de la sociedad, aporta variedad, riesgo, sorpresa, diversidad. Pero pagamos un precio, el de hacer un cine más independiente, más desde los márgenes de la industria, con un presupuesto menor.

Es una pena porque las mujeres cineastas ofrecemos un retrato de la mujer de ficción y también de los hombres menos convencional, más rico. Las mujeres directoras cuando hacemos 'casting' no primamos la belleza, la juventud y no relegamos a las mujeres a personajes secundarios de compañera, novia, madre del protagonista varón o peor, víctima de un cruento asesinato o una violación que detona el conflicto. Hay ejemplos a puñados. Creo que no hacen falta.

¿El futuro? La televisión pública es en todos los países europeos la clave del buen cine. RTVE ha sido fundamental conformando nuestro cine más arriesgado, más prestigioso, también fomentando las coproducciones con Latinoamérica que dibujaron un paisaje de ficción compartido y sólido. Pero RTVE anda muy corta de recursos y sus compras de derechos en lugar de aumentar, menguan. Lo deseable sería que el nuevo Gobierno apostase por reforzar presupuestariamente la televisión pública, la nacional y las autonómicas, como contrapeso a un mercado tan voluble y tan conservador que afecta principalmente al cine que las mujeres cineastas proponemos.

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