Derechos de la mujer
Gemma Altell

Gemma Altell

Psicóloga social. Fundadora de G360.

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La importancia de hablar de violencia machista

La gran 'virtud' del modelo social patriarcal es su capacidad de tomar mil formas distintas para mantenerse. No hay que dar ni un paso atrás en la garantía de los derechos adquiridos

Leonard Beard

Leonard Beard

En 2004, el Estado español promulgó una ley pionera que daba categoría judicial a una violencia que se producía en la sociedad desde hacía siglos. La ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género, del 28 de diciembre, permitió dar un gran paso adelante en el reconocimiento de derechos y, sobre todo, señaló la desigualdad estructural de género entre hombres y mujeres como la causa básica para que se produzca esa violencia.

Desgraciadamente, al cabo de unos años ya empezamos a ver cómo la ley se quedaba corta. La ley 1/2004 se focaliza en la violencia que se produce hacia las mujeres en el marco de lo que llama una 'relación de pareja o análoga'. Recientemente, España ha promulgado, con todo el ruido político y mediático que la ha acompañado, la ley que llamamos de 'libertad sexual', la ley orgánica 10/2022, del 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual.

Esta ley también señala la estructuralidad de la violencia sexual que reciben las mujeres por el hecho de serlo. Ahora bien, no encontramos –a nivel estatal– una ley 'paraguas' que nombre y señale la relación que se establece entre todas las violencias que encontramos en los diferentes contextos sociales y que tienen una base estructural relacionada con el patriarcado y la desigualdad de género.

En Catalunya, sí. A partir de 2008 –en su primera versión y en el año 2020, en su versión actual– tenemos una ley que recoge el concepto 'violencia machista' en todas sus formas y dimensiones: la llei 5/2008, del 'dret de les dones a erradicar la violència masclista'. La ley de violencia machista ha posibilitado –más allá del trabajo activista y académico– explicar a la ciudadanía qué tienen en común una mujer que recibe violencia por parte de su marido –o incluso es asesinada– con una mujer que sufre una agresión sexual en una discoteca o un acoso sexual en el ámbito laboral.

Perpetuar el modelo patriarcal

Todas ellas se refieren a la violencia que podemos sufrir las mujeres por el hecho de serlo. A aquellas violencias que pretenden ser 'correctivas'; que pretenden perpetuar un modelo social basado en estructuras patriarcales que buscan sobrevivir a cualquier precio. Todas las violencias que son posibles en un sustrato de desigualdad, que se manifiesta en la brecha salarial entre mujeres y hombres, la cosificación y sexualización permanente de las mujeres, la invisibilización de las mujeres en muchos ámbitos sociales o el juicio permanente de las mujeres como madres o como profesionales.

Por eso es innegociable hablar de violencia machista y no dar ni un paso atrás en la garantía y el reconocimiento de los derechos adquiridos. La gran 'virtud' de este modelo social patriarcal es su capacidad de tomar mil formas distintas para mantenerse.

Actualmente, esta violencia machista se manifiesta en su blanqueo por parte de la ultraderecha, que menosprecia la violencia estructural que sufrimos las mujeres. Se está manifestando cuando algunos flamantes gobiernos 'compran' nombrar 'violencia familiar' a la violencia machista. Cuando la ultraderecha impone este cambio sabe perfectamente adónde quieren llegar: quiere desmembrar la fuerza del concepto, negar los cimientos patriarcales que ha costado tanto hacer visibles, desdibujar los abrumadores datos sobre las violencias sufridas por las mujeres y los niños y niñas.

Si un territorio acepta ese cambio conceptual y pasa prácticamente desapercibido, abrimos el camino al negacionismo de todas las opresiones derivadas del género. Especialmente de lo que llamamos la 'perspectiva interseccional', es decir, todas aquellas mujeres oprimidas y discriminadas por su situación migratoria y/o su clase social, entre otras cuestiones. Si compramos este marco conceptual, no solo negamos la diversidad sino que negamos las opresiones, las volvemos a esconder bajo la alfombra y volvemos a situar a los opresores (que no son todos los hombres) en posición de oprimidos, de víctimas. Compramos los mantras que tan hábilmente difunden en las redes sociales.

Existe la violencia machista y la opresión derivada del género. Es un hecho. No responde a una ideología. Es necesario garantizar todos los derechos humanos. Vivir una vida libre de violencias machistas es uno de ellos.

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