Limón & vinagre

Vicente Barrera, vicepresidente ultradiestro

La vicepresidencia para un torero ha perjudicado más al PP que el pacto entreguista en sí mismo con el tardofranquismo resucitado en la Comunidad Valenciana

Vicente Barrera, en València, el 13 de junio de 2023

Vicente Barrera, en València, el 13 de junio de 2023 / Rober Solsona

Matías Vallés

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Aquel científico español investigaba en el extranjero en los primeros ochenta, cuando fue convocado con urgencia al televisor por sus colegas:

-Mira, un torero ha entrado en el Congreso de tu país.

Se trataba lógicamente de Tejero, pero la simplificación en la percepción universal del tricornio/montera ayuda a entender la entrega de la vicepresidencia de la Generalitat Valenciana a un torero auténtico llamado Barrera, para confirmar la dificultad de encontrar una sola palabra castellana sin resonancias taurinas.

Al toro. Vicente Barrera es un licenciado en Derecho cordial y casi apocado, incluso cuando alza tímidamente la ‘vox’ para presumir en un mitin de que el partido de ultraderecha moderada «nos ha sacado del armario». No se refiere por supuesto a conductas sexuales, sino a esa ‘ratatouille’ pseudopatriótica que reivindica la imaginería franquista. Los defensores del vicepresidente ultradiestro esgrimen dos argumentos contradictorios. Blasonan por una parte de que «ya era hora de encumbrar la figura españolísima del torero», y al mismo tiempo destacan que el digitado merece el cargo por su titulación burocrática, un abogado más.

El problema radica en que Vox no ha promocionado a Barrera por sus habilidades jurídicas, sino por torero, el más próximo en ausencia de un Jesulín. Los socios del PP han desplegado la misma lógica infantiloide que llevó a Pedro Sánchez a encumbrar a un astronauta. Como si ese lanzamiento demostrara una inquietud científica, que ninguna gestión posterior permite apreciar. El cosmonauta en cuestión solo aportó el follón inmobiliario de ordenanza, porque la política española tiene registros muy limitados.

Espectáculo zarzuelero

El torero anula al astronauta, reivindica el que inventen ellos porque nosotros tenemos un señor que ha liquidado a mil toros, y que ha compartido cartel con José Tomás. Pocos cargos parecen inapropiados o desmesurados para un artesano capaz de dicha matanza unipersonal, y eso que sus estocadas arrancan de una vocación tardía. De nuevo, nada en el perfil de marqués de Sotoancho de Alfonso Ussía que luce Barrera sin traje de luces, no lo he podido evitar, apunta al espectáculo zarzuelero de boda de Rociíto que pretende escenificar Vox en la investidura de la Comunidad Valenciana, antes de exportarlo al resto de la patria descreída.

No hay extoreros, se encapotan en proclamar los eruditos taurinos. Naces y mueres con esa condición. Cuando Barrera sea exvicepresidente y Vox enfile la senda elefantiásica de Ciudadanos, el valenciano seguirá de matador vigente. Los fanáticos de la fiesta se encelan en que se ha sacado a hombros del urgido PP a un gran torero, a quien casualmente nunca citaban entre sus estampitas. Su fervor cederá unos grados si revisan una entrevista al maestro en tiempos de crisis, antes de que Vox fuera una premonición, en la que afirmaba con lógica aplastante que «si no vas a los toros, no pasa nada». Así explicaba el vaciado de las plazas, que ahora deberá revertir desde los palcos vicepresidenciales.

Para un torero que ha ejecutado la muerte a espada un millar de veces y otra más, la vicepresidencia de un Gobierno regional debería significar una degradación. En su reducción a oficinista, Vox ha querido enviar un mensaje sobre la España que nos espera. Ahora mismo, más del 60% de la clase obrera francesa respalda a Marine Le Pen, la tercera política mejor valorada de Francia. Con el voto del 60% de los matadores no alcanzas la mayoría absoluta, y aquí puede rastrearse un error de cálculo, al discriminar a las profesiones que no riman con la hidalguía torera. Si encumbras a ministro a un astronauta, te pierdes el voto de todos los ciudadanos con vértigo.

Pausado y a veces hasta sorprendido de sí mismo, Barrera no es culpable del revuelo causado por su última faena. Sin embargo, la vicepresidencia para un torero ha perjudicado más al PP que el pacto entreguista en sí mismo con el tardofranquismo resucitado. La capacidad de susto de la población tiene un límite, es impredecible la reacción de la masa votante cuando la izquierda tenga que explicarle que la maldad embotellada por Vox es una chirigota con aromas de sangre y arena.

Vox es más siniestro que diestro, el hilo de ‘vox’ de Barrera en los mítines raciales contrasta con la grandiosidad amenazante que se pretende imprimir a su fichaje. A un investigador ‘posdoc’ treintañero, expulsado de España por demasiado inteligente, lo convocan hoy sus compañeros de laboratorio extranjero ante la pantalla:

-Mira, tenéis un torero en el hemiciclo.  

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