Acuerdo 'in extremis'

Jordi Mercader

Periodista.

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El pacto por la alcaldía de Barcelona tiene sus riesgos

Todavía es difícil de precisar si la maniobra es tan buena para el PSC como beneficiosa para Collboni

Barcelona 18/06/23 Barcelona. Ajuntament de Barcelona) Constitució de la nova Corporació Municipal. Collboni nou alcalde de Barcelona. AUTOR: MANU MITRU

Barcelona 18/06/23 Barcelona. Ajuntament de Barcelona) Constitució de la nova Corporació Municipal. Collboni nou alcalde de Barcelona. AUTOR: MANU MITRU / Manu Mitru

La furia de Xavier Trias le hizo decir algunas banalidades graciosas en su discurso de no aceptación de la derrota provocada por un pacto 'in extremis' del PSC con Comuns y PP para ganar la alcaldía de Barcelona para Jaume Collboni. Pero ninguna manipulación emocional podrá rebatir la evidencia de que el 'sorpasso' sufrido por Junts y ERC en Barcelona es perfectamente democrático. Así se ha vivido en muchos otros consistorios. El más vistoso, probablemente, el de Girona, en el que Junts no dudó en prestar sus votos a la CUP para evitar que Sílvia Paneque accediera a la alcaldía. Claro que Paneque es socialista y en este supuesto parece que no rige la catalogación de indignidad inventada por Ernest Maragall.

No hay ninguna indignidad, lo que hay es riesgo político. Y todavía es difícil de precisar si la maniobra es tan buena para el PSC como beneficiosa para Collboni, quien demostró determinación y capacidad para mover cielo y tierra. Tiene cuatro años para reconducir un inicio de mandato convulso. Lo lógico es que deba a esperar a cerrar pactos de estabilidad a que los líderes despechados asuman la realidad o se vayan a casa, empezando por Ada Colau y siguiendo con Trias. Maragall ya ha enfilado hacia un nuevo destino

La recuperación de la alcaldía de Barcelona ha obligado al PSC a romper con la estrategia seguida hasta ahora. Desde la victoria en votos de Salvador Illa en las elecciones autonómicas de 2021, los socialistas han practicado una equidistancia inteligente entre ERC y Junts. Su pragmatismo en la Diputación de Barcelona, en el Parlament sosteniendo al minoritario Pere Aragonès o basculando en más de 60 ayuntamientos para formar mayorías diversas les ha permitido afianzarse en la centralidad política, ganar poder institucional y ahondar en las disputas entre ERC y Junts.

Esta política responde a la casi certeza de que la victoria en las elecciones que les permita gobernar la Generalitat debe cimentarse sobre la división del independentismo y el alejamiento de la intransigencia del PP sobre los consensos nacionales existentes en Catalunya. Ciertamente, la unidad del independentismo es poco más que un frenesí que se alienta de vez en cuando por unos dirigentes incapaces de sostenerla más allá de un par de telenoticias y la experiencia demuestra que solo el humo de un supuesto enemigo exterior mueve la movilización de un soberanismo impresionado desde 2017 por la fuerza democrática del Estado.

El horizonte diseñado por el PSC en los últimos años podría esfumarse dejándose abrazar por el PP y dando alas a un hipotético frente constitucionalista que hasta la fecha Salvador Illa siempre ha negado en el Parlament. Barcelona bien vale una misa, pero el vértigo de la maniobra abre un resquicio a la reacción del independentismo. Lo previsible es que la propia incompetencia de estos y el cainismo que domina sus relaciones entierren cualquier atisbo de frente común; entonces se podrá certificar que el PSC ha actuado hábilmente en Barcelona.

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