Estampas de un sábado por la tarde
Lo más relevante del pleno fue la incertidumbre y las maniobras orquestales con el tiempo agotado. De ahí nace –más que de la frustración por no ser alcalde– el arrebato de Xavier Trias
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Tras recibir la lluvia de invectivas contra su persona y contra el pacto, después de haber escuchado el ya famoso exabrupto de un 'señor de Barcelona' ("que us bombin"), después de haber percibido, con desaprobaciones sonoras, que una gran mayoría de los asistentes al Saló de Cent no eran precisamente de su cuerda (ni de la cuerda Colau, claro), Jaume Collboni hizo un discurso tan genérico, tan ideológicamente correcto y pulcro, y tan aburrido, que podía haber pasado como lección inaugural de un aburrido y pulcro congreso de politólogos.
Tenía dos parlamentos, ha dicho después, como en aquellos episodios de 'The west wing' en los que los jefes de comunicación redactaban dos versiones contrapuestas del mismo asunto. Collboni tampoco escuchó las palabras de Ernest Maragall (lo del "poder frío, descarnado y explícito") o no las tuvo en cuenta. Allí nadie se rio, casi en ningún momento, salvo, a ratos, Laia Bonet y, más ostensiblemente, Maria Eugènia Gay, y tampoco lo hizo Collboni, como si estuviera en choque, como si de verdad no esperara aquellos cambios enormes en el último minuto, como si fuese una semifinal de la copa resuelta con un rebote inesperado en el tiempo añadido o como si recuperara el título de la novela de Grace Paley.
Abierto y oscuro
Al día siguiente de la investidura, a requerimiento de una pregunta de este diario sobre el hecho de que Sirera retirara su candidatura y, por tanto, anunciara implícitamente el apoyo del PP, Collboni declaró que aquello era una "anécdota" y que lo más relevante es que el pleno fue "abierto". Abierto y oscuro a la vez, porque dejando de lado a la extraña pareja de Comuns y populares, la pinza que hizo alcalde el candidato socialista, lo más relevante del pleno es la incertidumbre y las maniobras orquestales con el tiempo agotado. De ahí nace –más que de la frustración por no ser alcalde– el arrebato de Xavier Trias. De ver entre los invitados a una familia, la suya, con la que ya no podría hacerse la foto de rigor con la vara.
El otro hecho destacado de este sábado es la cordialidad de los ancianos de la tribu, quizás el único abrazo sincero entre Junts y Esquerra en todo el siglo XXI. Y el comportamiento serio, casi tristón, incluso me atrevería a decir que desamparado, de Collboni, empeñado en hacer ver que todo había sido una anécdota, una conjunción astral. Y, eso también, aquella risita sardónica de Ada Colau y la sonrisa sideral, constante y ubérrima, de Daniel Sirera.
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