Fenómeno global

De Barbie al gobierno de Finlandia de Sanna Marin

La huella que ha dejado la muñeca más comprometida con la cultura pop ha alcanzado e influido a generaciones de mujeres por encima de sus claroscuros

Las nuevas Barbies.

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Carol Álvarez

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La vida será un poco más de rosa en las semanas que tenemos por delante. No es una metáfora: el rosa es el color que ha capitalizado una muñeca, Barbie, que aunque hace ya sesenta años que irrumpió en las jugueterías , se instaló en la iconografía pop y ahora, con la inminente llegada a las grandes pantallas de la película del verano con el permiso de Indiana Jones, promete convertirse en omnipresente. Una casi tiene la tentación de soltar aquello de que llega un verano de los de antes, y es así porque la angustia que nos golpeó como un mazo con la pandemia de 2020 abrió una pasarela en el tiempo bañada de nostalgia donde podemos subir cuando nos atenazan crisis económicas, guerras, miedos a la inteligencia artificial y al desastre climático, terrores varios de nuestros tiempos. Esa pasarela nos lleva a zonas de confort que habitan nuestros buenos recuerdos. Ahí está el cine y de allí llegan hoy sus homenajes a clásicos de los ochenta.

Volver a pensar en Barbie, aceptar que invade de esta manera nuestro verano de 2023, tiene sin embargo muchos claroscuros. Cada generación de niñas que ha crecido con esa muñeca la ha acogido con cariño y reverencia, al margen de la realidad consumista que empujó su creación: inspirada en una muñeca de una tienda de juguetes sexuales, con todos los atractivos posibles para conectar con sus tiempos y seducir a los compradores, sus padres. La obsesión por el cuerpo perfecto ya llevó a dietas salvajes en la vida real de los años sesenta y setenta, y tuvo reflejo en muñecas con instrucciones para perder peso dejando de comer, por ejemplo.

Los tiempos de corrección política fueron limando en las siguientes décadas los patinazos creativos que delimitaban los referentes de las niñas que buscaban en la muñeca un modelo a imitar, y ahora mismo te ofrece una línea extensísima de productos que contemplan diversidad racial y corporal, también conciencia ecológica y mucha más pedagogía que en sus primeras décadas de comercialización.

Y es que no somos pocas las mujeres que con los años experimentamos un creciente rechazo hacia esa mujer perfecta, con vida ideal, que suponía todo el ecosistema de Barbie. 

Será que la edad lo pone todo en su sitio que una no puede menos que sonreír cuando aparece el fenómeno Barbie en forma de reivindicación en una serie como la que acaba de estrenar HBO sobre las cinco primeras mujeres que gobernaron en coalición en Finlandia. Sanna Marin marcó un hito histórico al ser la mujer más joven en acceder a un gobierno con 34 años y el periplo que siguió el primer gabinete femenino, se cuenta en el nuevo documental con una mirada femenina y empoderada que hace aún más singular la situación que atravesaron, con la invasión de Rusia en Ucrania y la pandemia como desafíos sin precedentes en la agenda de cualquier político.

No es Sanna Marin quien habla de Barbie, sino Li Andersson, presidenta del partido Alianza de la Izquierda, diputada y ministra de Educación. Andersson, de 36 años de edad, rememora en una escena de la serie su infancia y en concreto, la casa de muñecas que su padre le construyó cuando era pequeña. Era de seis plantas, recuerda, todas llenas de muñecas Barbie, unas muñecas que apunta que tuvieron un impacto parecido al de las Spice Girls, en su generación. ¿Por qué dice eso? Para la diputada Barbie representa a una mujer “independiente”, que ha trabajado en varias profesiones. “Es un personaje femenino autosuficiente", cuenta, y sitúa su influencia al mismo nivel que el que le causaron las historias de Astrid Lindgren, la autora de ‘Pippi Calzaslargas’, otro referente muy distinto de la libertad femenina. La huella de Barbie no solo es rosa: también es muy alargada y empoderadora, y es de justicia reconocerlo. 

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