Polémica
Roger Pallarols

Roger Pallarols

Director del Gremi de Restauració de Barcelona

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La ciudad de los conciertos

La sobreexposición de voces contrarias a los eventos es incoherente con el escaso apoyo que suscitan entre la población y puede condicionar el progreso de la ciudad

La lista de estrellas que recientemente han actuado en Barcelona es despampanante: Bruce Springsteen, Elton John, Coldplay, Beyoncé, Robbie Williams, etc. Cientos de miles de personas han vibrado con sus espectáculos. Qué decir de los festivales: después del Primavera Sound, la música sigue esta semana con una nueva edición del Sónar, y en pocos días comenzarán el antiguo Jardins de Pedralbes (ahora Alma, en el Poble Espanyol) y el nuevo, Les nits de Barcelona. En agosto será el turno del Circuit Festival, que, por cierto, nunca termina de encontrar ubicaciones en la ciudad para alguna de sus fiestas más multitudinarias. 

Barcelona se está sacudiendo el polvo de la pandemia, ¡y de qué manera! En algunos casos, los artistas comienzan aquí su gira europea, con la repercusión mediática que ello supone; en otros, es la única parada que harán en tierras españolas, aunque muchos estaríamos igual de contentos si, a continuación, se dirigieran hacia otros puntos de nuestra geografía. Abramos la mente: no hay nada de malo en alegrarse por el éxito de otras ciudades vecinas.

En cualquier caso, a los barceloneses nos divierte y nos enorgullece a partes iguales ver a Steven Spielberg, a Tom Hanks o al matrimonio Obama paseando de camino al Museo Picasso o en el monasterio de Montserrat. Por cierto: durante su estancia, estos turistas tan ilustres no perdieron la oportunidad de visitar algunos de nuestros restaurantes más aclamados. La restauración barcelonesa continúa en estado de gracia y hoy por hoy somos uno de los destinos gastronómicos más interesantes del planeta. En otoño, acogeremos la gala de la Guía Michelin España. 

Sin duda, la gran mayoría de los ciudadanos nos alegramos de que la ciudad abrace este tipo de eventos musicales, máxime después de los dos años que hemos vivido. Dejar de hablar de empresas hundidas y de erte es la mejor de las noticias. Sin embargo, hay quien no está de acuerdo con tanto recital. Por más que se inventen plataformas y asociaciones de nombres rimbombantes, son pocos, pero patrimonializan el concepto 'vecinos' como si los miles de barceloneses que han bailado en el Primavera Sound o al ritmo de Coldplay fuesen extraterrestres. En ningún momento han reclamado que se reduzcan las externalidades que estos eventos pueden generar: si de ellos dependiera, ni uno solo de los conciertos que he mencionado se hubiera celebrado en Barcelona. Así de sencillo. Antes disimulaban y ahora lo manifiestan a cara descubierta. Por eso se equivocaban los que creyeron que los aplacarían con concesiones tales como el recorte horario impuesto a las terrazas. Ni la queja era razonable (tampoco lo es ahora) ni nunca será suficiente para estas personas. Una terraza, un concierto o una discoteca: lo prohibirían todo porque aspiran a convertir Barcelona en una ciudad dormitorio.

Por eso, la realidad se magnifica (ergo se distorsiona) cuando, machaconamente, se da pábulo a este tipo de opiniones minoritarias. Se podría llegar a pensar que los barceloneses tienen un problema con el dinamismo de su ciudad, y no es así. Nadie pone en duda que la pluralidad (ideológica, política, etc.) es uno de los cimientos de nuestra democracia y que, por consiguiente, debe tener cabida en los medios de comunicación. Pero la sobreexposición de estas voces, por muy legítimo que sea lo que reclaman, es incoherente con el escaso apoyo real que suscitan entre la población y, a la larga, puede llegar a condicionar el progreso de la ciudad. 

Hace pocos días se celebró una protesta contra el ruido (en esta ocasión, a las puertas del Fòrum). Los manifestantes, venidos desde todos los distritos, no sumaban más de 40. Son los de siempre y no se representan más que a ellos mismos. Si realmente el descontento ciudadano fuese tal, estas concentraciones se desbordarían, lo cual no ocurre por un sencillo motivo: porque, cuando ellos se manifiestan, la mayoría de los barceloneses está bailando en el Sónar, sentada en las terrazas de Enric Granados o disfrutando con las canciones de Bruce Springsteen

Les voy a confesar algo: no he asistido a ninguno de estos conciertos, tengo varias terrazas cerca de casa y una discoteca que, por el tipo de ambientación musical, no frecuento. Y, sin embargo, me parece bien que toda esta oferta de ocio se encuentre a pocos metros de mi puerta. Barcelona no es mía. Es de todos. Por suerte, así lo entendemos la mayoría.