El puto móvil
Aplaudo la decisión de los padres -y madres- del condado de Greystones, en Irlanda, que se han puesto de acuerdo para prohibir el móvil hasta los doce años.
Carles Francino
Periodista
Ignoro si el CIS ha preguntado en los últimos años cuál es el motivo principal de broncas familiares. Y singularmente de desencuentros -cuando no enfrentamientos- entre padres e hijos. Si aún no lo ha hecho, sugiero a sus responsables que no inviertan muchos recursos en el presupuesto. No hace falta. Pueden limitarse a preguntar en cualquier barrio, pueblo o ciudad, sin grandes esfuerzos por afinar el perfil de los encuestados; la respuesta va a ser casi siempre la misma: el puto móvil.
El mismo artilugio que nació -y sirve- para optimizar la comunicación, pero que ha derivado en un instrumento de conflicto hasta rebajar a juego de párvulos las discusiones que pudo haber por controlar el mando de la televisión. Me pregunto cuánto tiempo podremos sostener el gigantesco ejercicio de disimulo social ante un problema de dimensiones acongojantes. El móvil genera problemas porque está diseñado para crear adicción. Ya he perdido la cuenta de los expertos que insisten en recordar que algunas de las mentes más brillantes del mundo trabajan precisamente para eso: para que seamos incapaces de esquivar los anzuelos que nos lanza el aparato de marras. Y que, en esa pesca masiva de voluntades y atención, el destrozo que puede infligir a niños y adolescentes, con el cerebro aún en formación, resulta devastador. Me recuerda a la conspiración de las grandes compañías tabaqueras, que guardaron bajo llave durante décadas los informes que alertaban sobre los daños gravísimos que provoca fumar.
Y es verdad que los gigantes tecnológicos tampoco lanzaron inicialmente señales de alarma, más allá de apartar a sus propios hijos de tan nefasta influencia. Pero en este caso la verdad afloró mucho antes. Hoy ya sabemos que el uso del móvil puede convertirse en una mina antipersona colocada en la vida de nuestros hijos. Pero parece que nos la sopla. Por eso aplaudo la decisión de los padres -y madres- del condado de Greystones, en Irlanda, que se han puesto de acuerdo para prohibir el móvil, con carácter general, hasta los doce años. Poco me parece, pero aún hay esperanza.
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