Racismo

Yo voto Vinicius

El fútbol no es un mundo aparte, sino el recipiente donde vomitamos toda nuestra mierda

La pancarta que ha lucido el Bernabéu en defensa de Vinicius

La pancarta que ha lucido el Bernabéu en defensa de Vinicius / AFP

Carles Francino

Carles Francino

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No es verdad que las elecciones sean un incordio. El latazo insoportable lo dan quienes hace años decidieron tratarnos como imbéciles. Pero las citas con las urnas permiten debatir sobre qué queremos ser de mayores. Y además en una campaña se pueden colar los asuntos más insospechados. Algunos sirven para envenenar el ambiente, como el órdago de Bildu con sus candidaturas y la lamentable 'fake news' sobre la presunta resurrección de ETA. Me resulta incomprensible que la democracia española se afane en este cainismo suicida. Aunque aquí no puede haber equidistancia: es el Partido Popular -añadir a VOX es redundante- quien carga con la mayor parte de la culpa. Pero en una campaña las sorpresas no tienen dueño. Y el cabreo de un chaval de 22 años con los descerebrados que le llamaban “mono” por ser negro, irrumpió como un huracán y ha puesto a todo un país frente al espejo. O cara a la pared. Porque en España hay racismo y Vinicius no se cortó ni un pelo al señalarlo. Yo creo que esto es una oportunidad.

No es un mundo aparte

El terremoto provocado por el incidente de Mestalla -¡que nadie demonice València, por favor!- marca un punto de inflexión si no compramos el argumento de que denunciar racismo es una ofensa a la patria. Lo más patriótico es reconocer que nos queda margen de mejora en muchos aspectos. Y el fútbol es territorio comanche para la tolerancia. Preguntémonos si gritarle "mono" o lanzarle plátanos a un jugador negro es aceptable; o que un estadio entero cante “Joaquín, hijo de puta”, en su último derbi sevillano. O que en la misma ciudad, en otro campo, se increpara a la mujer que había denunciado a un jugador suyo. O que a Guardiola cuando regresa a Madrid lo envíen a Chueca a voz en grito, por “maricón”. O, en otro tiempo, que alguien lanzara al césped un cerdo con el nombre de Figo. No, el fútbol no es un mundo aparte; es el recipiente donde vomitamos toda nuestra mierda. Por eso digo que lo de Vinicius es una oportunidad: porque nos ha sentado en el diván del psiquiatra. De nosotros depende ponernos en tratamiento o seguir haciendo el animal.