¿Quién teme a Ada Colau?
La mezcla de críticas, unas acertadas y otras fabricadas, está en la base del ‘todos contra Colau’ que preside los debates, proporcionándole a la alcaldesa saliente una envidiable posición en el tablero electoral
Andreu Claret
Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
¿Quién teme a Ada Colau? Si hacemos caso a las encuestas, muchos barceloneses. Es probable, incluso, que sean mayoría pues la gestión de la alcadesa no ha dejado a nadie indiferente. Hay una amplia minoría que la apoya (puede que sea la más amplia de las minorías, atendiendo a las mismas encuestas, o sea que gane las elecciones del 28), pero también ha fraguado en su contra una significativa mayoría dispuesta a achacarle todos los males de Barcelona. Algunos fundamentados y otros menos. Incluso los males que solo existen en la cabeza de quienes no soportan que una mujer salida del activismo lleve ocho años gobernando una ciudad que merece tener al frente a un hombre hecho y derecho como aquel Rafael Puget al que Pla inmortalizó como un ‘señor de Barcelona’ por su condición de burgués, sus modales exquisitos (al menos en público) y su buen vestir, aunque fuera hijo de Manlleu.
La mezcla de críticas, unas acertadas y otras fabricadas, está en la base del ‘todos contra Colau’ que preside los debates, proporcionándole a la alcaldesa saliente una envidiable posición en el tablero electoral. La de candidata acosada por el sistema y por el pensamiento dominante, a la que pueden acabar votando algunos ciudadanos que no pensaban concederle un tercer mandato, pero andan mosqueados ante tanta unanimidad. La polarización tiene estas cosas. Si lo que se pretendía era hacerle a Colau una crítica razonada, bastaba con empezar por el principio. Por la forma de gobernar y la pereza de pactar, en una ciudad que aspira a ser la capital del pactismo desde los tiempos de la Corona de Aragón y el Compromiso de Caspe. Bastaba que le hubiesen exigido menos abusar del poder y más currarse la hegemonía. Por decirlo con palabras que entenderán algunos de sus asesores, menos Trotski y más Gramsci. Pero este no es el tema de fondo de este artículo. Más allá de lo que se dice en los debates, ¿qué político teme de verdad que Ada Colau vuelva a ser alcaldesa?
¿Pere Aragonès? No lo creo. Desde los tiempos de Jordi Pujol, se impuso una máxima nacionalista: mejor tener enfrente, en la Casa Gran, a un alcalde que no lo sea, al que se podrá acusar de no entender la Catalunya profunda si exige demasiado o muestra pretensiones políticas. En los tiempos del tripartito, la izquierda también hizo suya la idea, de tal modo que si Salvador Illa llegase a ocupar la presidencia de la Generalitat en las próximas elecciones, tampoco le obsesionaría que el Ayuntamiento no estuviera en manos de los suyos. Lo que no le impide arropar a Jaume Collboni. Una victoria de Xavier Trias no sería un buen asunto para los socialistas catalanes, porque nadie sabe hasta dónde llega la mano de Carles Puigdemont. Así las cosas, el apoyo del PSC a Collboni no presenta fallas porque si él bajara en las encuestas subiría Trias, por el voto útil anti-Colau.
Puede parecer un galimatías y lo es, pero hay más. ¿Qué prefiere Pedro Sánchez? La primera respuesta es que gane Collboni, pero su apuesta real es la de Illa para la presidencia de la Generalitat. De lo contrario habría torcido el brazo del PSC para poner al frente de la candidatura de Barcelona a un Illa que hubiese resultado imbatible. A Sánchez, que gane Colau tampoco no le quita el sueño, y la razón está en las próximas legislativas. Imaginemos que Podemos no entra en el Ayuntamiento de Madrid mientras Ada Colau gana en Barcelona. ¡Bingo! Yolanda Díaz y Sumar tendrán el camino más despejado para diciembre y Pablo Iglesias tendrá que ampliar la programación de Canal Red para explicar lo ocurrido.
¿Y Alberto Núñez Feijóo? Tal como están las cosas para el PP en Catalunya, solo se puede plantear las municipales de Barcelona en términos de mal menor. Salvar los muebles con Daniel Sirera si consigue frenar a Vox. ¿Le importa que siga Colau? De un tiempo a esta parte, el Partido Popular ha retomado la vieja idea de la conjura judeo-masónica, sustituyendo las obsesiones de Franco por las de Aznar. Populistas e independentistas son ahora los vendepatrias. Ada Colau y Oriol Junqueras. Cuanto más poder tengan a ambos lados de la plaza de Sant Jaume, mejor le irá al PP en España, piensan en Génova, optando por una apuesta suicida pensada por Isabel Díaz Ayuso para acabar con Feijóo.
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