Propuesta política

Aragonès tozudo

Solo la oposición al Govern justifica las críticas a la propuesta del presidente de crear un consejo de expertos con el fin de avanzar hacia un pacto de claridad

Pere Aragonès

Pere Aragonès / RUBÉN MORENO / GENERALITAT DE CATALUNYA

Joan Tardà

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El tablero político, tanto da si las elecciones de diciembre de este año las gana PP o PSOE, es tan previsible que los políticos que se instalen en el inmovilismo quedarán retratados. Como el PP solo llegará a la Moncloa con el apoyo de Vox,  el guion de un Feijóo presidente ya ha sido aplicado anteriormente: políticas fiscales para hacer creer que en los bolsillos hay más dinero, contrarreforma de las leyes más progresistas de Sánchez y cultivo del nacionalismo español contra la Catalunya molesta. Un contexto que dificultaría tanto el día a día de la Generalitat como blindaría a Pere Aragonès. No solo hasta 2025, cuando acabe legislatura, sino más allá. Porque los ataques de la derecha española siempre hacen de catalizador de la resistencia catalana más creativa y movilizadora. De igual manera que el Govern de Maragall fue producto también de la belicosidad de Aznar, futuros gobiernos catalanes de unidad independentista o de concentración catalanista serán tan reales como intensa sea la animadversión de un nuevo gobierno español hacia Catalunya.

De igual manera, es plausible que el PSOE acumule el empujón de Yolanda Díaz y pueda aspirar a mantenerse a la Moncloa. Siempre y cuando cuente, está claro, con el apoyo de Esquerra, PNV y Bildu, sin descartar que requiera a la vez  el que hasta ahora le ha negado Puigdemont. Al final, el PSOE tendrá que enfrentarse a todos sus propios miedos y resistencias a asumir una realidad insoslayable, porque es inimaginable que pueda continuar sin sacar del cajón la carpeta catalana que guardó a causa del calendario electoral, convirtiendo 2023 en un año muy estéril. Recordémoslo: mesa de negociación política no solo congelada por parte del Gobierno de Madrid sino también combatida, con la pretensión de enterrar los acuerdos de Pedralbes de diciembre de 2018 (“nunca habrá autodeterminación”, dicho una y mil veces por parte de Sánchez e Illa) por un lado y, de otra, comisión bilateral de traspasos al ralentí, a pesar de la indignación que provoca el agravio histórico de la desinversión del servicio de Rodalies, por ejemplo.

Es de agradecer, pues, que ante quien irresponsablemente ha considerado que hacer de avestruz es sinónimo de éxito, Pere Aragonès haya dado el paso. Como de interés es que lo haya hecho a pesar de también el enroque de Junts, que todavía no ha interiorizado como en los próximos años todo girará alrededor de la conquista democrática de un referéndum.

Evidentemente, solo la oposición del PSC y de Junts al Govern republicano justifica las desproporcionadas críticas a la propuesta del presidente de creación de un consejo de expertos plural (imprescindible esta condición para que puedan ser creíbles las conclusiones), con el fin de avanzar hacia un pacto de claridad a presentar ante el Gobierno español. De hecho, solo desde la voluntad (legítima, claro) de erosionar al Govern catalán se explica por qué, desde el primer momento, han descalificado la iniciativa, a pesar de no haber planteado ninguna alternativa más allá de la retórica cantinela de “la Catalunya de hoy no tiene nada que ver con la del 2017” de Sánchez/Illa y la esquizofrénica política 'juntaire', emparedada entre el vacuo 'no surrender' de Borràs y el 'déjà vu' convergente de Trias.

Ninguna opción excluida

Es de agradecer, también, que Pere Aragonès, previendo el calendario, se haya empecinado en hacer avanzar la propuesta. Convencido de que las resistencias menguarán, ante unas conclusiones académicas para dar respuesta a la demanda de la sociedad catalana de construir una solución democrática que interpele a cada uno de los ciudadanos y los garantice sentirse integrados. En definitiva, respetados.

Dejamos que los entendidos trabajen las metodologías y exijamos a los políticos que no se apunten al regate corto porque, lo saben bien, sin el consentimiento de la ciudadanía no son nada.

Decía hace unos días una de las personas que ha sido nombrada para formar parte del grupo de expertos que tal vez el referéndum acabará siendo para un nuevo Estatut. Ciertamente, actualmente no se sabe qué se refrendará, se desconoce si será consultivo o vinculante, se ignora la fecha o si contemplará el binomio sí/no o habrá que optar entre dos sí. Y más incógnitas todavía.

Solo es imprescindible una premisa: que ninguna opción resulte excluida. Corresponde, pues, a los entendidos presentar propuestas y a los políticos debatir y decidir.

Eso sí, los líderes harían bien en no inhibirse de participar en el debate de las iniciativas de la contraparte, que cada uno de ellos abandonara la capacidad de bloqueo y garantizara que la ciudadanía verá contempladas todas las opciones en la solución. Las mayoritarias y las que no lo son tanto.

Por lo tanto, ¡viva la terquedad democrática!

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