Limón & vinagre

Carlos III invita a sus súbditos a comer habas

La coronación deberá resultar solemne, pero amena; sofisticada, pero sin ínfulas; respetuosa con la tradición pero contemporánea; formal, pero no estricta

Carlos III de Inglaterra inicia en Alemania su primer viaje oficial como rey

Carlos III de Inglaterra inicia en Alemania su primer viaje oficial como rey / ADRIAN DENNIS / POOL / REUTERS

Pilar Garcés

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sabido es que Carlos III de Inglaterra desea una ceremonia de entronización más corta, inclusiva, ecológica, moderna y barata que la de su madre. Porque algo ha llovido desde que en 1953 la fallecida Isabel II se ciñera la corona, y mucho ha cambiado el público de un acontecimiento histórico como este en las siete décadas que su sucesor ha pasado calentando en la banda. No se puede aburrir al personal con un evento interminable de mero significado religioso cuya pervivencia muchos cuestionan, y que interesa poco o nada a tres de cada cinco británicos. Resultan improcedentes la ostentación, el despilfarro, en un momento de incertidumbre económica, pero tampoco conviene renunciar al simbolismo que es piedra angular de la institución monárquica. 

Una celebración regia despojada de su halo de magia se parece a la toma de posesión del presidente de una república cualquiera. Así que la coronación que el sábado vivirán en directo 2.000 selectos invitados y millones a través de la televisión deberá resultar solemne, pero amena; sofisticada, pero sin ínfulas; respetuosa con la tradición pero contemporánea; formal, pero no estricta. Muchos ingredientes para una fiesta sencilla a la que el homenajeado llega en una carroza de oro con aire acondicionado, y de la que sale siendo cabeza de una Iglesia. Tantos ingredientes como tiene el plato elegido personalmente por la pareja anfitriona para conmemorar la crucial fecha: la «quiche de la coronación» que se servirá en el banquete. Lleva una base ligera de hojaldre, un relleno de habas, espinacas y un toque de estragón y se anima a los británicos a prepararla en fiestas y domicilios para acompañar a los Windsor. Curiosa elección la de las habas, que poseen cualidades antioxidantes y contienen un precursor de la dopamina, la hormona de la felicidad. 

A ver qué tal le sale al pueblo el pastel vegetariano que define bastante bien al nuevo regente, que en noviembre prohibió el foie en palacio, no vaya a empezar el reinado con mal pie. Su madre ofreció un pollo con salsa de curry que encantó a los comensales y cuya receta todavía se prepara en la Commonwealth.

Valoración popular

En el tarjetón que invita a la ceremonia, los reyes sugieren a los destinatarios (realeza, altas instituciones del Estado y una representación de la sociedad que protagonizarán los profesionales esenciales durante el covid) un «código de vestimenta relajado». No se esperan chándales, pero tampoco armiño, algo que choca viniendo de un rey definido como clasista y estirado. Carlos se ha relajado, anótenlo los guionistas de ‘The Crown’. El tiempo ha corrido en favor del monarca de 74 años, que lo es desde el mismo 8 de septiembre cuando falleció su madre, y que se mostró envarado y antipático en su pelea con las plumas que le ofrecían para estampar su firma en documentos oficiales. Las esperadas opiniones inconvenientes y meteduras de pata no se han producido, o se han sofocado. Si en marzo de 2022 el 39% de los británicos consideraban que será un buen monarca, un año después la cifra de los que le miran con simpatía ha subido al 62%. 

Tampoco se le han dado mal sus números personales, según los datos del diario ‘The Sunday Times’. Con una fortuna de 670 millones de euros, ya es el doble de adinerado que fue su progenitora. Uno de sus ayudantes relató al rotativo que Carlos se empeñó en reflotar sus finanzas tras su costoso divorcio de Diana de Gales. Lo logró, como ha conseguido que el recuerdo a la Princesa del Pueblo deje de sobrevolarle enturbiando cada uno de sus momentazos. En la invitación a la coronación aparece a su lado en el encabezamiento la reina Camila, sin el matiz de «consorte», y entre los asistentes en lugar privilegiado estarán los hijos y nietos de ella, e incluso su exmarido. En el bando de los que no olvidan, Elton John, que arrancó lágrimas en todo el mundo cantando en el funeral de Lady Di, es uno de los artistas que han declinado participar en el concierto posterior a la coronación. Sí lo harán Lionel Richie, Katy Perry, Andrea Bocelli y Take That.

Pero la flema británica de Carlos III y su ‘modern family’ no da para más, así que en el saludo desde el balcón le acompañarán sus sucesores, los pluscuamperfectos príncipes de Gales. No se espera a su hermano Andrés, investigado por su relación con el pedófilo Jeffrey Epstein y acusado de violación. Tampoco a su hijo menor Enrique, afincado en EEUU, que asistirá sin la familia después de publicar un libro de memorias incendiario contra la monarquía y sus ocupantes, y cuyo hijo cumplirá 4 años el mismo sábado de la coronación. Resultará interesante ver a los ilustres desterrados, en un rincón, hablando de sus mutuos agravios mientras degustan una buena porción de quiche de habas. 

Suscríbete para seguir leyendo