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Esta semana, la escritora Emma Riverola se pone en la piel de una recién nacida bajo los focos de la gestación subrogada

Ana Obregón con la bebé nacida por gestación subrogada

Ana Obregón con la bebé nacida por gestación subrogada / Instagram

Emma Riverola

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Soy la niña nacida para rellenar el hueco de un muerto. Mamaré leche y sorberé lágrimas. Y mi rostro será modelado por la vida y los focos de las cámaras. Mi álbum familiar se compondrá de portadas del Hola y mis dibujos infantiles estarán poblados de personajes fantásticos. 

Quizá todo vaya bien. Quizá el amor sirva. Un amor que escape de las etiquetas, que rompa moldes y supere los límites, incluso las fronteras entre la vida y la muerte. Un amor que se burle de esa presunta normalidad que, demasiado a menudo, acoge lo inconcebible, los monstruos bajo la cama. Un amor que sepa acompañarme, que no me suelte de la mano cuando lleguen las dudas, que me ilumine cuando me acechen las preguntas.  

O quizá no todo vaya tan bien. Quizá acabe desvaneciéndome en la sombra de los focos. ¿Cómo saber qué es el amor? ¿Podré crecer sin ser un reflejo de lo que se espera de mí? ¿Importarán mis deseos, mi felicidad? Tengo miedo de ser solo un vehículo. El de la búsqueda desesperada de la felicidad de ella. El del odio de otros. Miedo de no conseguir desprenderme de tantas expectativas, de que nadie sea capaz de preguntarme qué quiero, qué deseo. Ser, para siempre, la persona con el destino marcado desde el momento de la gestación. 

En el escaparate

Soy la niña expuesta en el escaparate. ¡Mira qué linda, la muñequita! Vestidita de rosa, para que luzca preciosa en el papel cuché. Os veo. Desde esta exhibición ajena a mi voluntad, os veo a todos. Los que dibujáis en vuestro rostro la más inconfundible mueca de desprecio. Os lleváis las manos a la cabeza, os revolvéis ante mi presencia. Os disgusto. Os ofendo. Os rompo todos los esquemas. Una aberración.  

Sí, os veo a todos. Por supuesto, a los que recogen réditos de esta feria. A ti, a la que aún no sé muy bien cómo llamar, la que me sostiene con gesto maternal, la que me admira y busca en mis ojos la mirada definitiva y tempranamente perdida. ¿Piensas en mí cuando me muestras? ¿Es ilusión lo que te motiva o estás pagando las facturas? ¿Te he salido muy cara? ¿Se disparó el presupuesto? No te ofendas, no quiero juzgarte. Al menos, no todavía. Haces lo que siempre has hecho. Él parecía adorarte, quizá yo también aprenda a hacerlo.   

Hay muchos que recogen réditos. Los que pagan por colocar mi rostro bajo el rótulo de ‘Exclusiva’, engrasan la rotativa y se preparan para hacer caja. También todos los que se hacen eco de la noticia. Los que la comentan y la critican. Saben que huelo a 'clickbait', a audiencia, a dinero. Mi nombre manoseado, y yo ahí, con mi ropita rosa, mi olor a leche y tan ajena a todo.  

¿Cómo creceré? Temo que cada gesto mío sea interpretado. Algunos se celebrarán. Serán recibidos como la herencia encarnada, el fantasma revivido. Puedo imaginar los comentarios: eres igual, igualita que él, los mismos gustos, los mismos mohínes, la misma sonrisa… ¿Y qué pasará con los otros? Con los gestos que parezcan ajenos al legado venerado. ¿Serán despreciados? Al fin y al cabo, a quién le importa esa memoria que brota de un simple receptáculo.  

¿Qué pensaré cuando crezca y me enfrente al álbum de portadas y a tantas horas de televisión? Porque ahí también encontraré el rostro de otra mujer, la que me gestó. ¿Habré aprendido a mirar esa imagen sin que los interrogantes se me atraganten en la garganta? ¿Conseguiré no volcar en ella todas mis frustraciones, mis recelos o mis aspiraciones? ¿Podré resistirme a buscar en esta mujer parte de mi identidad?  

Un mes de vida

Si tuviera un poco de tranquilidad… ¿La alcanzaré algún día? Apenas tengo un mes de vida y mi cuerpo se ha convertido en materia adulterada por la prensa rosa, carnaza de platós sin escrúpulos y objeto de crispación en el ruido político. Todos paseándose sobre mi piel recién nacida. Vendida por necesidad, comprada para rellenar un vacío, ¿podré superar ese titular?  

Que baste el amor. Sí, que baste. Un amor que haga callar tanto ruido, que sepa encontrar un poco de silencio. Necesito un refugio. Un nuevo útero acogedor. Shhhh, dejad de chillar a mi alrededor. Solo quiero dormir un poco.   

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