Consumo excesivo y basura

Gestión de residuos | Ahorrar, ahorrar y ahorrar

El modelo del contenedor amarillo y el contenedor verde está agotado, representan una burbuja que hay que pinchar lo antes posible

Modelos de los anteriores contenedores de Barcelona.

Modelos de los anteriores contenedores de Barcelona. / ELISENDA PONS

Xavier Gabarrell

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En los últimos años, la gestión de los residuos en las ciudades catalanas ha mejorado mucho. Tenemos ejemplos de buenas prácticas que lo son en nuestro país y en todo el mundo. La recogida y las instalaciones para la separación y tratamiento son, en algunos casos, de la máxima calidad. Cada vez hacemos más, pero nunca terminamos. Cuanto mejor lo hacemos, más trabajo nos queda pendiente. Tenemos indicadores para todo, y casi siempre encontramos los adecuados para reflejar esfuerzos y mejoras. Pero, por otra parte, el problema de los residuos, sus emisiones y la falta de recursos queda por resolver. ¿Qué deberíamos hacer?

Todo lo que consumimos acaba convirtiéndose en un residuo. A diario entran en una ciudad decenas y cientos de camiones (el transporte de mercancías en tren es testimonial en nuestro país, y en metro, inexistente) llenos de productos; de cualquier tipo. Pues la ecuación es sencilla: tantas toneladas de productos existen, tantas toneladas de residuos se acabarán generando. Pero así como existe una compleja logística para la distribución de los productos, en lo que toca a los residuos creemos que todos caben en varios contenedores y varios camiones que los recogerán cuando no nos moleste. ¿Dónde está el Amazon de los residuos? No veo por ninguna parte los descuentos en los residuos. La ley de rebajas (de los residuos) está por escribir. El reto que tenemos es cómo ponemos de moda y bonito algo simple y sencillo: ahorrar. Si consumimos menos, necesitaremos menos recursos y generaremos menos emisiones.

Arrastramos un enfoque errático en la gestión de los envases. Nos equivocamos: el modelo del contenedor amarillo y el contenedor verde está agotado. Representan una burbuja (como en su momento fue la burbuja inmobiliaria) que hay que pinchar lo antes posible. Ahora toca ahorrar y reutilizar. Podemos hablar, por ejemplo, del vidrio, pero no tiene ningún sentido echar una botella de vidrio en un contenedor verde y que así se desmenuce, para después invertir energía cara y sucia y hacer una botella nueva de cristal más oscurecido. De nada sirve amontonar los plásticos para después intentarlos separar, y cuando no lo conseguimos, quemarlos o llevarlos muy lejos. El reto es cómo volvemos al anterior modelo de reutilización de envases. Las ciudades no saben cómo detenerse y decir sencillamente '¡basta!'. Empecemos de nuevo, y que todos los envases, los mínimos posibles, sean reutilizables. Ni bolsas de plástico ni envases no reutilizables.

El excesivo consumo en comida no nos deja ver las toneladas de alimentos que se desperdician; tampoco la falta de tiempo para cultivar nuestros propios alimentos, realizar la compra, preparar y cocinar las recetas que más nos gustan y fregar los platos. No tenemos tiempo, o no dedicamos el tiempo que sería deseable, a algo tan básico como es nuestra alimentación. El reto es intentar producir de forma sostenible y local parte de nuestros alimentos, con recursos de la misma ciudad para abastecer lo que necesitamos.

Ahorrar y reutilizar también en las fracciones que llenan los armarios y hogares: el textil y los utensilios electrónicos. Cuánta ropa se queda en los armarios de la que no hacemos un uso frecuente; cuántos aparatos eléctricos y electrónicos mueren sin haberlos reparado nunca. Estamos utilizando demasiados recursos en estos dos sectores. Para hacerlo mejor, el reto es cómo introducir el ecodiseño sostenible en estos sectores que tienen tanto impacto en nuestra economía y en la gestión de los residuos.

Tenemos conocimientos y ejemplos. Ahora es hora de llevarlos a la práctica.

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