Ágora

El lobo no vendrá

La ciudad es más próspera y tiene más prestigio que hace ocho años. Y lo es, precisamente, porque es una urbe más verde, más vecinal, más saludable y más justa

Vista de las Tres Xemeneies del Paral·lel de Barcelona

Vista de las Tres Xemeneies del Paral·lel de Barcelona / Jordi Otix

Janet Sanz

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Las Tres Xemeneies del Paral·lel son un símbolo de la transformación económica y social de la Barcelona del siglo pasado. Fueron el escenario de la huelga de la Canadiense, la lucha obrera por la jornada laboral de ocho horas. Desgraciadamente, estos edificios que son memoria viva de la ciudad llevaban 10 años abandonados y cerrados al barrio, con los problemas de convivencia y degradación del entorno que esto comportaba.

Por suerte, esto cambiará. Después de muchas negociaciones con la propiedad, hemos desbloqueado la situación. Las Tres Xemeneies tendrán actividad económica, la plaza se transformará con más verde y espacios de juego, el barrio sumará un equipamiento público de primer nivel, el Centre d'Emergències Municipal, y el Poble Sec ganará 11,2 millones de euros para invertir en equipamientos y vivienda asequible.

Es un acuerdo muy bueno por Barcelona, que demuestra dos cosas. La primera, que la cultura del pelotazo hace tiempo que se ha acabado. Desde que Ada Colau es alcaldesa no se hacen recalificaciones a medida de ningún promotor privado. Los acuerdos tienen que respetar el interés general y tienen que tener retorno a los barrios. En operaciones como la de las Tres Xemeneies, la ley marca que la ciudad se tiene que quedar un 10% de los beneficios del privado: nosotros hemos conseguido un 50%. Y no es la primera vez: lo hemos demostrado con otros grandes acuerdos con la Sagrada Família, el Barça o la antigua fábrica Mercedes-Benz.

La segunda conclusión: el falso debate entre economía y ecología ha quedado extinguido. La transformación verde de la ciudad estimula la actividad económica, revitaliza el comercio de proximidad y genera puestos de trabajo con sueldos dignos. Lo vemos en las Tres Xemeneies, en el espacio ferial de Montjuïc o en la Ciutadella del Coneixement. Y lo vemos, también, en los motivos que han hecho de Barcelona un referente internacional para las empresas tecnológicas. Somos sede permanente del Mobile World Congress y su máximo responsable, John Hoffman, ha defendido Superilla Barcelona como un modelo social y económico de futuro, con menos coches y más verde.

Unas palabras que quedan reforzadas por los buenos datos económicos de la ciudad: Barcelona ha recuperado el PIB de antes de la pandemia, tiene el paro más bajo de los últimos 15 años y lidera el crecimiento económico por delante de Catalunya, la Comunidad de Madrid y el conjunto de España. Se ha llegado a máximos históricos de afiliación a la Seguridad Social, máximos históricos en lugares de trabajo en el sector tecnológico (82.000 afiliados en el sector TIC) y máximos históricos en exportaciones.

Poner límites a la especulación no para la economía. Promover una ciudad más verde no para la economía. Al contrario: la transformación social y ecológica de la ciudad es la única garantía de un futuro por Barcelona y su economía. Los profetas de la decadencia pueden gritar “¡que viene el lobo! ¡que viene el lobo!”, pero el lobo no vendrá y los gritos han dejado de dar miedo. Hoy Barcelona es una ciudad más próspera y con más prestigio que hace ocho años. Y lo es, precisamente, porque es una ciudad más verde, más vecinal, más saludable y más justa.