Análisis

Subida de tipos y sorprendente alza de beneficios empresariales

Christine Lagarde, presidenta del BCE.

Christine Lagarde, presidenta del BCE. / EFE/EPA/LAURENT GILLIERON

Eduardo López Alonso

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La política económica conservadora del Banco Central Europeo (BCE) amenaza a los más vulnerables. La subida rápida de tipos de interés apunta a ser receta similar a la que en el 2008 el entonces presidente de la entidad Jean-Claude Trichet abordó ante el alza de precios y que acrecentó todavía más aquella crisis hasta una seria recesión que duró varios años. La subida de tipos se escuda en el objetivo de estabilidad y el mantra de que la inflación es la mayor amenaza para las economías. La idea es que la estabilidad aumenta el potencial de crecimiento económico y favorece un mayor nivel de vida de la población en general. El BCE ha marcado su límite de inflación admisible en el 2%. Con una inflación que ha llegado al 10% en algunos países de Europa, la obsesión del banco central que preside Christine Lagarde es una amenaza seria para España, ya que los tipos de interés altos pueden estrangular la economía salvo que se pongan en marcha nuevas medidas de apoyo a los más vulnerables.

La subida rápida de los tipos de interés va a suponer mucho sufrimiento para las familias endeudadas. Las hipotecas que se revisan estos días comportan un varapalo para la renta de los hogares, que van a tener que pagar más de un 50% más de media cada mes por su préstamo con respecto a hace un año. Y los precios suben con la excusa, en ocasiones injustificada, de alzas de costes. Las empresas se han subido a la fiesta de la subida de precios y han aprovechado para incrementar los márgenes. Por ejemplo, las 35 empresas del Ibex ganaron 55.000 millones de euros en 2022 y la mayoría ganaron más que el año pasado. Los seis mayores bancos ganaron un 28% más.

El alza de precios desatado en Europa, primero por el encarecimiento de los fletes desde Asia y después con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, podía haberse compensado fundamentalmente con medidas prudentes y control de los costes energéticos. Ayudas al combustible o para la estabilidad del precio de cereales podían haber sido suficientes. Pero el alza de los tipos de interés ha abierto la espita de un círculo pernicioso cuya velocidad amenaza con descontrol y desde los sillones del BCE no parecen ser conscientes. 

La cuestión es que los beneficios empresariales y de los bancos se está disparando de manera obscena y el incremento de los salarios no logra seguir al mismo ritmo. Y peor lo tienen aquellos empleados de sectores que sufrirán la caída de la demanda sin capacidad para subir precios. En consecuencia, el alza de tipos de interés está beneficiando a los empresarios y a los empleados en empresas capaces de elevar los márgenes, mientras que arruina a los que tienen salarios más bajos y a los endeudados, que si no son pobres ahora tienen muchas posibilidades de serlo en el futuro.

La lógica económica apunta a que el incremento de los márgenes empresariales en un contexto de alza de tipos de interés tiende a autocorregirse a medida que las empresas frenan los aumentos de precios para evitar pérdidas de cuota de mercado. Pero los ahorros acumulados por las familias durante la pandemia han introducido un elemento imprevisto y la demanda ha seguido fuerte (no hay recesión) pese al alza de precios. Paralelamente, las posiciones de dominio en el mercado eluden las reducciones de precios. Cestas de la compra con precios limitados puede ser una solución tras una bajada del IVA poco efectiva, pero se intuye que van a ser necesarias ayudas directas más cuantiosas para familias con ingresos bajos.

La estrategia de los supermercados

La inflación sigue y el BCE apunta a que los tipos de interés seguirán altos. Las estrategias microeconómicas ante una situación así son variadas. Las grandes empresas de distribución han emprendido en los últimos meses un hábil reajuste de su oferta de productos, mermando el tamaño (reduflacción), cambiando marcas y envases e incluso eliminando productos menos rentables de las estanterías. De esa manera, el consumidor tiene más dificultades para evaluar el impacto de la subida de precios en su cesta de la compra habitual. La reducción del IVA ha quedado en nada, mientras las familias tienen menos dinero disponible. Los consumidores compran más marca blanca o menos, pero van a tener que recortar en otros campos, sea grandes compras como coches o vivienda, o gastos recurrentes como seguros y otros prescindibles.  

El debate macroeconómico se centra ahora en la conveniencia o no de mantener la subida de tipos en Europa, cuando se percibe que los beneficios empresariales y de la banca suben al mismo ritmo que las dificultades de las familias con menos recursos pero la inflación persiste. La próxima reunión de política monetaria del BCE el 16 de marzo es crucial. Y la solidaridad empresarial ni existe, ni se espera. Solo las políticas económicas pueden amortiguar el golpe. O dejar de gastar.