La espiral de la libreta | Artículo de Olga Merino

Dios de la lluvia, apiádate de nosotros

Sobre la sequía en Catalunya y las actuaciones a largo plazo

Pantano de Sau desde el Mirador de Vilanova de Sau

Pantano de Sau desde el Mirador de Vilanova de Sau / ZOWY VOETEN

Olga Merino

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Allá por 1933, en tiempos de la República, un reportero de la revista ‘Estampa’ se desplazó hasta La Muedra, un pueblo soriano camino de los picos de Urbión, donde andaban culminando un pantano para embalsar el caudal del Duero. Tratando de rascar algo entre los lugareños, el periodista se acercó a un vejete que dejaba pasar la tarde sentado en el tranco de su puerta.

—¿Se irán ustedes? —le preguntó.

Encogiéndose de hombros, el viejo campesino le contestó:

—¿Y qué hemos de hacerle? Si nos van a llenar ‘to’ esto de agua.

Imaginamos que al abuelo se le llenaría la mirada de melancolía al contemplar los huertos y majadas, aquel paisaje tan íntimamente imbricado en su existencia y a sus recuerdos, que se ahogaría en millones de metros cúbicos de agua. Qué obra maestra, por cierto, construyó Jesús Moncada con similares materiales, con el Ebro y Mequinensa. ‘Camí de sirga’.

Desde la noche de los tiempos, aquí somos de lluvias malas o escasas. De olivo y vid, más que de regadíos al por mayor.

La canción de Raimon

«Al meu país la pluja no sap ploure», cantaba Raimon. «O plou poc o plou massa. / Si plou poc, és la sequera. / Si plou massa, és la catàstrofe». Pero ya no se trata solo de una excentricidad cíclica de la naturaleza, de la letanía del NO-DO y la «pertinaz sequía», sino que debe sumarse el cambio climático, sus voraces efectos. Con el calentamiento, los ríos bajan escuálidos, sin agua para almacenar. Un año malo, muy malo, sobre todo para la cuenca del Guadalquivir y Catalunya. Las imágenes del pantano de Sau, con el pueblo fantasma al descubierto, golpean en la boca del estómago.

Y sigue sin llover.

Dice la 'consellera' de Acció Climàtica, Teresa Jordà, que para salir del apuro deberían caer «50 litros cada día durante 4 meses». Una cota hídrica que más parece de la cuenca del Amazonas que de estos lares, ni aun sacando en rogativas a la Moreneta, la Mare de Déu de Núria, la Pilarica y la Macarena, ya sin el fajín del general Queipo de Llano.

¿Qué hacer?

 Al fin se ha decretado el estado de excepcionalidad, tal vez un poco tarde. Restricciones en la agricultura y la industria, nada de agua potable en jardines y calles. La culpa no es solo del actual Govern, pero no sé si se ha estado haciendo gran cosa en los últimos tiempos más que mirar al cielo de reojo. El asunto es grave y llegó para quedarse en el futuro. ¿Son suficientes las dos desalinizadoras, la de El Prat y la de Blanes? Hace falta una campaña de concienciación ciudadana. De momento, sigo cantando la vieja canción de El Último de la Fila: «Dios de la lluvia, apiádate de las bestias y de mí, pobre mortal». De nosotros, pobres mortales.

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