Artículo de Mercè Perea

SMI: El salvavidas frente a la indignidad

El Salario Mínimo Interprofesional es efectivo en la lucha contra la precariedad, pero también tira hacia arriba del resto de los salarios

SMI

SMI / Kelly Sikkema

Mercè Perea

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Por cuarta vez, el Gobierno de coalición aumenta el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). El aumento hasta los 1.080€, por catorce pagas y desde el uno de enero se acerca ya al 60% del salario medio que marca la Carta Social Europea suscrita por nuestro país, y cumple con ese compromiso.

En España el SMI impacta, aproximadamente, en 2,3 millones de personas empleadas situadas en la banda baja de los salarios. Por tanto, hablamos de uno de los mecanismos más efectivos para paliar la pobreza y la precariedad laboral.

Y cuando hablamos de precariedad, ¿qué es lo primero que nos viene a la mente? Un rostro de mujer con contrato temporal y que trabaja en el sector servicios o en la agricultura. Gracias al SMI seis de cada diez mujeres, 1,1 millones, se verán beneficiadas. 

Hagamos una operación sencilla: en cuatro años el SMI se ha visto incrementado en un 47%. El Gobierno del PP lo dejó en 2019 en 735€ al mes. Esta mujer que decíamos antes, verá incrementado su salario en 345 € al mes gracias al Gobierno de Pedro Sánchez. Un incremento nada despreciable.

Mi amiga Elvira me dijo: “Son 80€ más al mes. Con ello podré comprar una vez a la semana pescado para mis hijos”. Aunque haya quien desprecie esa situación, lo cierto es que para muchas familias eso les permite cambiar su realidad y mejorar sus condiciones de vida. 

Precisamente, y en términos feministas, la brecha salarial se ha reducido 4 puntos porcentuales. Solo las políticas socialdemócratas y feministas se han evidenciado eficaces para cerrar la brecha de género. 

También los jóvenes tienen rostro de precariedad: uno de cada cinco, que tiene salarios mínimos, verá incrementado su salario. Eso se traduce en 180.000 jóvenes de 16 a 24 años (31,7%). Y unos 530.000 jóvenes, entre 25 y 34 años (19,2%).

Decíamos que el SMI es efectivo en la lucha contra la precariedad, pero también tira hacia arriba del resto de los salarios, por lo que tiene un efecto dominó positivo de gran impacto. 

Me permitirán que haga un inciso. Desde 2011 hasta 2021 el poder de compra de los salarios cayó un 6%. Y, como consecuencia de la guerra en Ucrania y la inflación, durante la primera mitad de 2022 los salarios bajaron un 3,5%. Es evidente que urge revertir esta situación y eso requiere de un esfuerzo de todos y todas.

Por ello, no podemos resignarnos ante la actitud irresponsable e insolidaria de la patronal, al dejar su silla vacía en la mesa del diálogo social, negándose a apoyar esta subida. Y sí, resulta impúdico que el presidente de la patronal no sOlo se niegue a negociar, sino que sea capaz de aumentarse su sueldo un 28% a la vez que discute la subida de los sueldos más bajos. Habrá que explicarle al señor Garamendi y a toda la patronal que incrementar el SMI es una cuestión de dignidad y justicia, disminuye la desigualdad y contribuye al consumo de las capas sociales más bajas. Además, no garantizar el consumo tiene efectos perniciosos en la economía, y él debería saberlo.

No caben excusas livianas ni bulos. Está demostrado que los años de mayor incremento del SMI han supuesto un impulso para el empleo y no a la destrucción que algunos pronosticaban. 

Este país, a lo largo de la pandemia, ha hecho un esfuerzo ímprobo para proteger la salud, los empleos y la actividad económica. A diferencia de lo que ocurrió con la crisis financiera y las políticas neoliberales de la derecha, este Gobierno ha desplegado un escudo social de 45.000 millones de euros, gracias al cual se ha mitigado la brecha de desigualdad. Y, con todo y con eso, hoy España sufre una grave desigualdad. Los ricos son cada vez más ricos y los más pobres se hunden en la miseria.

Por mucho que la derecha faltona y mendaz repita y repita que los datos son falsos, la realidad está ahí. España es el país que más crecerá de la Unión Europea este 2023, así lo avalan los organismos internacionales. Por eso toca crecer todos a la vez, para que nadie se quede atrás.

El SMI es un salvavidas frente a la indignidad (SFI, un acrónimo de cosecha propia), es la tabla de salvación social y económica de este país. Jóvenes y mujeres son los principales acreedores de este aumento del salario mínimo. 

El camino está trazado. No podemos virar y mucho menos volver a errar escogiendo el camino que marca la derecha. 

Los avances sociales se han producido siempre desde la izquierda fortaleciendo lo colectivo, lo común. Y el SMI, mecanismo puramente público, es el anclaje de la dignidad de sus conciudadanos al Estado, a la comunidad. Y Este es el camino hacia el que toda sociedad que se llame justa se debería encaminar: mejorar la vida de la gente.