Artículo de Joan Guix

Listas de espera: todos los que están, ¿lo son?

Mejorar la capacidad resolutiva de la atención primaria, introducir elementos de optimización y disminuir la medicalización son herramientas que pueden ayudar a reducir las listas de espera

Varias pacientes esperan en una sala de espera en Figueres, Girona (Cataluña).

Varias pacientes esperan en una sala de espera en Figueres, Girona (Cataluña).

Joan Guix

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Uno de los precios que pagamos por tener una asistencia de cobertura universal son las listas de espera. Las ventajas son infinitamente superiores a este inconveniente. No entraremos ahora.

Las listas de espera en el sector sanitario surgen de un desequilibrio entre la oferta de servicios y su demanda, teniendo en cuenta sin embargo que, en sanidad, la oferta, cualquier oferta, genera demanda y que, a medio plazo, esta demanda suele superar a la oferta, generando, entre otras, estas listas de espera.

Tenemos pues dos elementos: oferta y demanda.

En nuestro sistema sanitario la atención primaria desempeña, además de su papel asistencial directo, el papel de lo que se llama 'gatekeeper' es decir, de regulador de la demanda respecto al acceso a las especialidades. Dependiendo de la capacidad de resolución de esta atención primaria, la demanda en las especialidades será más o menos alta. Esta capacidad de resolución, además de los conocimientos, recursos y habilidades técnicos específicos para realizar determinados actos asistenciales, dependerá de la presión asistencial que la propia atención primaria reciba. Si la presión es muy alta, su capacidad resolutiva seguramente bajará, siendo derivada directamente hacia los especialistas, quienes también pueden ver desbordadas sus capacidades de respuesta, generando listas de espera. Esto nos está pasando.

Puede ocurrir que la oferta de servicios, la capacidad del sistema sanitario para dar respuesta a los problemas sentidos por la comunidad, sea insuficiente, bien por falta de recursos humanos especializados, bien por falta de capacidad estructural. Esto nos está ocurriendo también.

Por otra parte, es cierto que nuestra sociedad está medicalizada en exceso. Muchos problemas de la vida habitual o acontecimientos naturales y fenómenos socioculturales e, incluso, económicos son tratados desde las ciencias biomédicas como si de verdaderas enfermedades se tratase, sobrecargando el sistema. Publicaciones científicas tan poco sospechosas como 'The Lancet' han dedicado monografías al fenómeno de la medicalización o, lo que se llama 'disease mongering' o tráfico de enfermedades. Esto se traduce en un incremento inadecuado, evitable, de la demanda, pero también de la yatrogenia. Esto también ocurre, al igual que la utilización ineficiente de recursos del sistema. Hablamos de ingresos, consultas, estancias e intervenciones diagnósticas y terapéuticas evitables que los economistas calculan en torno a un 25-30% del gasto sanitario.

En cualquier caso, cuando las listas de espera son elevadas, la insatisfacción de los usuarios se incrementa y, siempre que se lo puedan permitir, se producirá la salida del sistema público y el acceso al sector privado.

Parece que esta situación se está produciendo en nuestro país, hasta el punto de darse la paradoja de que las listas de espera públicas no se incrementan o incluso disminuyen, mientras que en el sector privado las listas de espera comienzan a ser, en algunos casos, preocupantes.

Mejorar la capacidad resolutiva de la atención primaria, introducir elementos de optimización en algunas situaciones y disminuir la medicalización son herramientas que pueden ayudar.

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