Artículo de Ernest Folch

El 'procés' muerto y vivo a la vez

Todos tienen razón y nadie la tiene: el ’procés’ unilateral hacia ninguna parte del 1-O efectivamente ha muerto, pero el ‘procés’ que empezó en 2012 que quería solucionar el encaje de Catalunya sigue vivo porque siguen vivas la mayoría de causas que lo produjeron

La ANC clama contra la reforma del Código Penal, el día de la Cosntitución

La ANC clama contra la reforma del Código Penal, el día de la Cosntitución / FERRAN NADEU

Ernest Folch

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El debate sobre la presunta muerte del 'procés' es en realidad un debate bizantino, por no decir filológico, en el que curiosamente las dos versiones contrapuestas son a la vez compatibles. Porque solo en Catalunya es posible que dos más dos den y no den cuatro al mismo tiempo. El debate ha sido perversamente puesto encima de la mesa por Pedro Sánchez, que domina a su antojo el tablero catalán desde que se atrevió con éxito a indultar a los presos catalanes. Desde aquel día, la agenda ya no la manejan los partidos ni entidades catalanes sino el presidente del Gobierno. Aprovechando la cumbre con Macron, Sánchez ha querido utilizar una reunión mediática para certificar el entierro del conflicto catalán, una ocurrencia solo posible de quien cree que ya ha ganado.

Sánchez ha logrado sin duda desinflamar el 'procés', y la herida mejora a base de ibuprofenos que hacen rabiar a la extrema derecha, pero se corre el grave riesgo de confundir lo circunstancial con lo permanente. Cierto, la herida catalana, vista de cerca, presenta un aspecto mucho mejor, pero la mayoría de las causas que la produjeron siguen ahí. De ahí que sea cierto al mismo tiempo que el 'procés' ha muerto y que no ha muerto. Si entendemos 'el procés' como la ensoñación unilateral que llevó al desastre personal (prisión y exilio), y además sin ningún rédito, a muchas personas entre 2017 y 2018, efectivamente, este sí que ha muerto: la confrontación, como demuestra el ascenso de PSC y ERC en todas las encuestas, es un concepto que ya solo tiene recorrido como anzuelo electoral y para dar sentido a una parte del exilio, que no sabe cómo salir de la calle sin salida donde se ha metido. Cuando Jordi Sànchez dijo que el 'procés' había muerto se refería con razón a esta vía fracasada: lo que intentaba el entonces líder de Junts era empezar a contar la verdad a la parte de su partido que todavía no la quiere escuchar.

Ahora bien, si alguien cree que ha terminado el 'procés' que empezó en 2012, resultado de unas demandas económicas, sociales y culturales de una mayoría de la sociedad catalana, se equivoca por la sencilla razón de que el famoso encaje de Catalunya sigue todavía pendiente: ni el catalán tiene la protección suficiente, ni se ha corregido el déficit fiscal, ni sobre todo han cesado las hostilidades de la derecha y la extrema derecha política, judicial y mediática, que son los que en realidad más echan en falta volver al 1-O. Es decir, efectivamente ha muerto el 'procés' de 2017-2019, pero no el de 2012 hasta el día de hoy; ha muerto la confrontación unilateral, pero no su reivindicación subyacente. Cierto, son tan yonquis del 'procés' de 2017 los independentistas radicales como los unionistas fanatizados, los dos extremos se tocan en su interés por mantener vivo el conflicto, pero que una idea tenga exaltados que la defiendan no quiere decir que esta no tenga sentido.

La cumbre franco-española llega pues en este particular contexto en el que el 'procés' muere y vive a la vez. Y en lugar de mostrar la fortaleza de alguno de los bandos, muestra en realidad la debilidad de todos: la de Sánchez, que creyó que con una simple pirueta solucionaba el problema de fondo, y la de los independentistas más movilizados, que creían que reactivarán la llama del conflicto con una simple reunión un día entre semana a las nueve de la mañana. En realidad, lo que pone encima de la mesa el encuentro con Macron es que ya no hay ni habrá más 'momentums' ni días históricos ni grandes revelaciones místicas. Los problemas de fondo, en política, se solucionan, si es que tiene solución, con una pesada, laboriosa y aburrida lentitud. Es lo que hay. 

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