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A propósito de 'Machos Alfa': pactar entre diferentes
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
La serie 'Machos Alfa' de Netflix lleva a la opinión pública un debate latente en las sobremesas de Navidad y los chats del cuñadísmo: el empoderamiento femenino empieza a generar algunas crisis de identidad en los hombres educados en la mentalidad machista imperante hasta ayer mismo. El fenómeno también afecta, como explicamos hace unas semanas, a los más jóvenes que se rebotan contra la educación por la igualdad en las aulas de la misma manera que cantan el 'Cara al sol' en sus fiestas para tocar las narices a sus padres igual que ellos cantaban' La internacional' para fastidiar a los abuelos. Todo cambio social implica la ruptura conflictiva de una norma y genera la necesidad de reconstruir el consenso. Cuando se culmine el proceso de empoderamiento femenino, es decir, cuando la igualdad sea efectiva (cosa que aún no ocurre como evidencia el brote de asesinatos del mes de diciembre) será el momento de reconstruir la masculinidad para ofercer pautas, expectativas y premios distintos a los hombres en un mundo donde las mujeres, entonces sí, sean sus pares.
Hasta que ese momento llegue, es necesario reclamar a todos serenidad. Convertir los derechos en mera ideología es un mal camino. La derecha ha querido históricamente apropiarse de la libertad y la izquierda de la igualdad. Esa tendencia a la dialéctica, al pensamiento binario, tan propia de la cultura occidental y reforzada desde Hegel, casi nunca sirve para conseguir el objetivo de la felicidad de las personas. Tan cierto como que todos somos titulares de los mismos derechos es que cada uno de nosotros se siente diferente. Por lo tanto, asegurar la igualdad de derechos no puede significar en ningún caso erradicar las individualidades, eliminar los matices o los sesgos e imponer un modelo homogéneo de personas en las leyes, en los tribunales, en la escuela o en los medios de comunicación. La convivencia nunca se asegura con la erradicación de la diferencia sino encontrando el punto de encuentro, el pacto, el consenso que, ciertamente, en las burbujas digitales es más difícil de conseguir que en las denostadas tribunas de los medios de comunicación. Quizás la política y la escuela posteriores al Mayo del 68 quisieron imponer modelos más que liberarnos de los anteriores como decían. Mal camino.
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