Artículo de Ernest Folch

Messi, la herida abierta del Barça

Messi es un orgullo del Barça pero es un fracaso de Bartomeu y Laporta: el resultado es que el club se ha quedado sin su estandarte y sin poder capitalizar su victoria más importante

Messi

Messi / Ronald Wittek

Ernest Folch

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Messi es ya oficialmente el mejor jugador de la historia del fútbol y, en consecuencia, el icono mundial del deporte. Los barcelonistas ya lo sabíamos desde hace tiempo y no hacía falta ninguna Copa del Mundo para ratificar esta evidencia, pero en el resto del planeta, y especialmente en Madrid (donde siempre se intentó rebajar su trascendencia) y en Argentina (donde se le reprochaba que no había ganado un Mundial como Maradona), la conquista del campeonato erradica de golpe y para siempre todos los debates. Messi es por fin el rey indiscutible del olimpo del fútbol. Pero, desde el punto de vista del Barça, lo que debería haber sido una alegría y un orgullo inconmensurable para todos los ‘culés’, la consagración mundial de Messi deja sin embargo una sensación final de inevitable decepción. Ciertamente, la historia de Messi con el Barça empieza y se desarrolla como un cuento de hadas, con la apuesta que hizo el club cuando era niño para ayudarle en su crecimiento, y más tarde con la conquista de todos los títulos posibles: fue una maravillosa historia de amor, donde el Barça y Messi se lo dieron todo el uno al otro.

Pero en su etapa de madurez empezaron los problemas y sus profundas divergencias con las juntas directivas y su forma de llevar el club. El primer y decisivo cisma fue sin duda con la junta de Bartomeu, a la que se enfrentó en público por sus pésimos fichajes, y sin duda el tiempo le ha dado la razón. El malestar de Messi fue la principal causa del éxito de la moción de censura contra Bartomeu, que propició la convocatoria de las elecciones. Messi fue también una de las grandes bazas electorales de Laporta, que ganó unas elecciones con la promesa de que conseguiría retenerlo. Sin embargo, con la llegada de la nueva junta, se gestó la segunda y definitiva decepción de Messi con el gobierno del Barça. El fatídico día que iba a firmar su renovación, Messi vio como el club de su vida cambiaba de opinión en el último momento y lo echaba a la calle, en un episodio jamás contado de verdad. La última imagen de Messi con el Barça son unas dolorosas lágrimas que dieron la vuelta al mundo y que certifican hasta qué punto se sintió traicionado por Laporta, como antes se había sentido traicionado por Bartomeu. Posteriormente, se nos quiso hacer creer que el acuerdo no fue posible por un problema económico, pero el propio Messi explicó que nadie le había ofrecido rebajarse el sueldo. En los meses posteriores, Laporta y su junta activaron todo tipo de palancas para fichar a un sinfín de jugadores (solo Ferran Torres y Raphinha han costado 120 millones) y hemos visto cómo la masa salarial, hoy, sigue disparada. Visto en perspectiva, ¿no podían haberse activado las palancas para renovar a Messi? ¿Por qué se prefirió fichar a nuevos jugadores, algunos irrelevantes, en lugar de invertir aquel dinero en garantizar la continuidad de Leo? El resultado de tantos años de mala gestión es que, en el día más decisivo y mediático del futbol, el Barça no ha podido apropiarse de un éxito que debía ser plenamente suyo. Laporta hubiera podido fotografiarse en Qatar con el futbolista que ha asombrado al mundo para explicar que era propiedad del Barça y en cambio ha tenido que conformarse con publicar un tuit de felicitación y evidenciar que las relaciones de Messi con la dirección de su antiguo club son hoy inexistentes. ¿Alguien se imagina las camisetas que habría podido vender el Barça con el ‘10’ en un solo día? El Barça, con la salida de Messi, se descapitalizó gravemente y sangra por una herida que hubiera podido evitarse. Ojalá estemos a tiempo de que vuelva y recuperar al principal activo de la historia del club.

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