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Invierno en Ucrania

Sería un gran logro en términos de seguridad colectiva llegar al primer aniversario de la guerra, el próximo 24 de febrero, con alguna forma de alto el fuego

Llega a Jersón el primer tren desde Kiev desde el inicio de la guerra de Ucrania

Llega a Jersón el primer tren desde Kiev desde el inicio de la guerra de Ucrania / OLEG PETRASYUK / EFE

Llega el general invierno y con él se abren varias incógnitas en el campo de batalla y en los pasillos de la diplomacia. A punto de cumplirse nueve meses del inicio de la invasión de Ucrania, el Ejército ruso ha dado reiteradas muestras de flaqueza la retirada de Jersón, la última de ellas–, apenas compensada con los ataques masivos con misiles de esta semana. Al mismo tiempo, el Ejército ucraniano ha demostrado una gran capacidad de resistencia para sobreponerse al despliegue ruso hasta recuperar una parte importante de terreno en el este, en la franja anexionada por Rusia mediante referéndums ilegales. Pero es indudable que la capacidad de respuesta de Volodímir Zelenski es limitada por grande que sea la ayuda recibida de la OTAN y a Vladímir Putin le urge un triunfo para contentar al nacionalismo rampante ruso que reclama al Kremlin endurecer la guerra.

El hecho es que el desgaste de la guerra en ambos bandos induce a pensar que la prolongación del conflicto puede derivar en una guerra de posiciones sin cambios significativos en los frentes a la espera de que pase el invierno. Lo que es tanto como decir que puede ser este un tiempo propicio para buscar alguna fórmula de compromiso que haga callar las armas. En los últimos días se han dado tres hechos que denotan la posibilidad de un cambio en la ecuación por resolver: la rapidísima admisión por la OTAN de que el misil que dio en una granja en Polonia fue disparado por Ucrania y no por Rusia; la entrevista en Bali de Joe Biden y Xi Jinping, que excluyen alentar una nueva guerra fría; y el inicio de conversaciones en Egipto entre Estados Unidos y Rusia relativas al tratado START III (reducción de los arsenales estratégicos). Las tres referencias son algo más que un indicio.

Un cuarto factor debe tenerse en cuenta: el precio exorbitante que la economía europea ha pagado hasta la fecha a causa de la guerra de Ucrania. Resulta insostenible a medio plazo la situación de excepcionalidad que vive la UE, obligada a hacer acopio de gas para garantizar el suministro invernal a particulares y empresas, con el consiguiente encarecimiento de la factura energética. Es igualmente impensable el mantenimiento 'sine die' de programas sociales destinados a paliar los daños de una inflación sin freno y los que previsiblemente causará el periodo de recesión que se avecina. Son, en fin, bastante perturbadores para la cohesión interna de la UE los reparos puestos por Francia a la partida de 200.000 millones de euros dispuesta por Alemania para contrarrestar los efectos de la crisis en curso. Por todas estas razones son cada vez más los que opinan lo mismo que Emmanuel Macron enunció hace unos meses: es preciso que Zelenski se haga a la idea de que alguna concesión tendrá que hacer.

Sería un gran logro en términos de seguridad colectiva llegar al primer aniversario de la guerra, el próximo 24 de febrero, con alguna forma de alto el fuego porque tal cosa significaría que se limitó el riesgo de escalada. En caso contrario, seguirán ahí los peligros de agravamiento de un conflicto fuera de control a las puertas de la UE, cuya repercusión será decisiva en la prolongación de la crisis económica y en la ambigüedad de China a la hora de llevar a Rusia por la senda de la negociación. Estos y otros muchos datos son argumentos suficientes para pensar que, si el invierno estanca la guerra, no debe perderse la ocasión de entablar negociaciones para detenerla, pero no son pocos quienes piensan a ambos lados de la divisoria que aún es posible sacar partido económico y político de la crisis, aunque el precio sea ahondar en la devastación de Ucrania y sumir a Europa en una larga incertidumbre.