APUNTE

...y Qatar sigue imperturbable

Ambiente en los alrededores del Estadio 974 frente a una réplica del trofeo de la Copa del Mundo en Doha, Qatar.

Ambiente en los alrededores del Estadio 974 frente a una réplica del trofeo de la Copa del Mundo en Doha, Qatar. / AFP/Kirill KUDRYAVTSEV

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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Pedro Sánchez se reunió, en mayo pasado, con Tamim bin Hamad, emir de Qatar, para tratar de convencerle de que se convirtiera en el principal proveedor de gas licuado, dados los problemas que estaba planteando Argelia.

Luis Rubiales, que se llevó la Supercopa a Arabia Saudí, ya saben, con la ayudita del angelical Gerard Piqué, aún no ha contestado a la petición de Amnistía Internacional para que la selección luzca el brazalete arcoíris ‘One Love’ en el Mundial de Qatar, para protestar contra la discriminación del colectivo LGTBIQ+.

Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, que, según su predecesor, Joseph Blatter, «duerme en la misma cama» que los organizadores de la Copa del Mundo, dice que los periodistas que acudan a Qatar solo deben informar del campeonato «que será el mejor de todos los tiempos».

La selección de los Países Bajos subastará sus camisetas y la recaudación la donará para mejorar la situación de los trabajadores migrantes y las familias de los 6.500 muertos en las obras del opulento campeonato.

Falsos, cínicos

En serio, de verdad, ¿a quién tratamos de engañar? No sería más fácil, desde Sánchez hasta los concienciados jugadores neerlandeses (Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Suiza, Gales e Inglaterra también lucirán el brazalete ‘One Love’), pasando por los impresentables Blatter, que fue quien concedió (y, luego, se arrepintió ¡mayor falsedad, imposible!) la Copa del Mundo a Qatar y el propio Infantino, reconocer «señores, esto es lo que hay y estamos atados de pies y manos porque necesitamos el gas qatarí». Y punto.

Llevamos meses denunciando todo lo que ocurre en Qatar. Y no ha pasado nada. Ahora resulta que los medios de comunicación de todo el mundo, no solo han enviado a la Copa del Mundo a sus mejores periodistas deportivos sino a sus mejores reporteros sociales y económicos, para seguir explicando lo que ya se ha contado. Y, lo siento, pero no ha servido de nada. Es más, esos periodistas llevan una aplicación (obligada) en su móvil para tenerlos localizados, no vayan a irse a los suburbios de Doha a hablar con los familiares de los muertos y tengamos un problema.

Todo por la pasta

Eso sí, después de que los políticos, los dirigentes, los patrocinadores, los banqueros, los ricos, los emprendedores, los ‘influencers’, por cierto, invitados a gastos pagados para que narren lo bello que es Qatar, hayan mirado hacia otro lado, aún hay quien tiene la cara (y esperanza) de que Leo Messi se levante la camiseta cuando marque su primer gol y muestre la inscripción que mostró Erling Haaland donde podía leerse «Derechos Humanos, fuera y dentro del campo».

Ahora resulta que todos los cínicos que han contribuido a que Qatar blanquee su estilo de vida con esta fastuosa Copa esperan que los futbolistas denuncien lo que ellos han silenciado. Como dijo Luis Enrique «yo no soy político, ojalá la calidad de vida de las personas pueda ser mejorable en el mundo entero, pero ese no es mi trabajo, lo siento».

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