Artículo de Pilar Rahola

Reforma de la sedición "sin que se note el cuidado"

Tras la eliminación del delito de sedición, la idea continua es la de siempre: usar la represión y no la política contra la causa independentista, pero a la manera de Villalpando

Leonard Beard

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Pilar Rahola

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Lo escribió José Rodrigo Villalpando, fiscal del Consejo de Castilla, en una instrucción secreta de 1716, en el marco del decreto de Nueva Planta. La idea era ir haciendo desaparecer el catalán “con instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas, de forma que se consiga el efecto sin que note el cuidado”. Añadía que hacía falta tiempo para conseguir la imposición del castellano, dado que el genio de los catalanes “es tenaz, altivo y amante de las cosas de su país”. Mirado con perspectiva, es evidente que no le hicieron demasiado caso, porque las agresiones contra el catalán durante estos trescientos años no han sido ni “templadas”, ni “disimuladas”, sino directamente a lo bruto. Aun así, la táctica de Villalpando se mantiene vigente, cuando menos cada vez que hay que camuflar, por cualquier circunstancia, una decisión lesiva a los intereses catalanes.

Y este es el caso. Es evidente que España tenía un enorme problema con el delito de sedición, un tipo penal que databa de 1822 y que, imposible de meter en el marco jurídico de la UE, les dirigía a perder, como ha pasado, en los tribunales europeos. A pesar de haber sido la piedra angular de las sentencias del 'procés', resultaba una herramienta ineficaz para perseguir al independentismo, y, recurriendo al arte de birlibirloque -o al trilerismo, para usar un término más moderno-, ha eliminado un delito inútil y ha creado uno nuevo que incorpore las mismas consecuencias del anterior. La idea continua es la de siempre: usar la represión y no la política contra la causa independentista, pero a la manera de Villalpando, sin que Europa “note el cuidado”. Patxi López se vanagloriaba de esto mismo cuando decía –con más euforia que razón-, que ahora los jueces europeos les entregarían la cabeza del 'president' Puigdemont.

Y por eso han hecho este tipo de picaresca chusquera: derogar la sedición, pero ampliar el delito de desórdenes públicos, incluyendo conceptos muy subjetivos como la "intimidación”, lo que ha puesto en estado de alerta a muchos sectores. Es decir, ahora ya no hace falta violencia para aplicar el delito. Lo ha denunciado el presidente de Òmnium, Xavier Antich: “es un paso adelante en la persecución del derecho de protesta y la criminalización de la disidencia política”. Y ha añadido: “¿quién decide cuando hay intimidación? Los mismos que decretaron prisión para Cuixart por haber participado en una manifestación y ejercer el derecho de protesta?”. El abogado Salellas se ha expresado en la misma dirección: “la intimidación es muy subjetiva y no deja rastro, a diferencia de la violencia, y por tanto entrará en una dimensión muy personal". Y se pregunta en qué momento se sentirá la policía intimidada: palabras, gestos..., recordando que Marchena usó el concepto de “intimidación ambiental” para perseguir la protesta de 2011 de 'Aturem el Parlament'.

Por otra parte, no queda claro que esta modificación ayude a los represaliados VIP, pero es seguro que empeora la situación de los otros cuatro mil represaliados, que ahora pueden sufrir penas más altas. Afortunadamente, según Boye, tampoco servirá para cazar a Puigdemont, por mucho que lo aseguren, porque la reforma incumple criterios del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), como el derecho a acciones de protesta y a manifestaciones de carácter multitudinario. En cualquier caso, no parece que se haya modificado para mejorar los derechos de protesta, sino para continuar reprimiéndolos.

A partir de aquí, hay muchos artículos derivados, desde el papel de la jauría de la derecha, que nunca tiene bastante en la obsesión de destruir los derechos de los catalanes, hasta la pregunta del millón: ¿qué hará el TS ahora que, con la modificación, tendrá que revisar la sentencia del 'procés'? Pero, desde el independentismo, la gran cuestión es el papel de Esquerra Republicana, socio fundamental para construir de legitimidad lo que vuelve a ser una aberración. ¿Lo ha hecho porque necesitaba vender que la mesa de diálogo servía para algo? ¿Para ir dibujando las alianzas de izquierdas, frente al eje nacional? Personalmente, he dejado de preguntármelo, pero una cosa es evidente: ERC está siendo la muleta más útil para desmantelar al movimiento independentista en el presente, y para blindar la represión de futuro. Un aliado fundamental para conseguir que "se consiga el efecto sin que se note el cuidado”.