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El futuro del Barça: con (la marcha de) Piqué empieza todo

Gerard Piqué, con sus padres, en el palco del Camp Nou.

Gerard Piqué, con sus padres, en el palco del Camp Nou. / JORDI COTRINA

Albert Sáez

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Semana para enmarcar en la leyenda negra del Barça. Eliminados de la Champions en noviembre. Y uno de los capitanes emblemáticos, Gerard Piqué, tira la toalla sin esperar al final de temporada. Pero todos sabemos que Piqué volverá al Barça. Lo sabíamos de Cruyff, de Txiqui, de Bakero, de Guardiola, de Amor, de Koeman y de Xavi. Y lo esperamos de Messi, de Iniesta o de Puyol. Todos han sido jugadores. Y han vuelto al club o volverán como entrenadores. Piqué, todos sabemos que volverá como presidente. No sabemos en qué momento ni en qué modalidad. Pero su pasión azulgrana, su perfil empresarial, su conexión con la masa social y su carisma, le convierten en un candidato ganador. La cuestión es si regresará pasando por las urnas de los socios o de los accionistas. Pero su mirada, como en el plano final del vídeo de despedida, se dirige al palco y no al banquillo.

Joan Laporta es un ser único. Diríamos que, como Piqué, ha nacido para ser presidente del Barça. Es lo que hace mejor en el mundo. Le gusta tanto que acaba cometiendo excesos. El más evidente, con su propio cuerpo. Lejos queda la disciplina estricta que guardó durante la campaña y que tan buenos resultados le dio. Al final de su segundo mandato en la primera época y al inicio de este, su principal exceso ha sido y es de confianza en un reducido núcleo de incondicionales que se aprovechan de su carisma. Y de tanto tratar con ellos, acaba exigiendo a todo el mundo (entrenadores, jugadores, aficionados, agentes de futbolistas, políticos, periodistas o patrocinadores) el mismo servilismo. Y cuando no lo encuentra, entra en cólera. En el Barça de hoy todo pasa por Laporta, desde la dirección financiera hasta la de comunicación. También la deportiva. Pero esta vez, Laporta ha corrido demasiado. Se rodeó de una candidatura a su medida con capacidad de avalar que en lugar de decirle que tuviera paciencia, como hicieron antaño los Soriano o los Murtra, le han lanzado a la borrachera de las palancas, un sistema de financiación del déficit del club no muy diferente al que tanto criticó el Elefant Blau en la época de Núñez. Laporta es, hoy, un extraño para sus compañeros de la primera junta con los que ganó contra pronóstico. Lo que hace mejor en la vida es ser presidente del Barça, pero ahora tiene prisa. Una mala consejera que obligará a Piqué a presentarse ante una junta de accionistas en lugar de ante los socios. Al tiempo.

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