Derechos

La lucha de las mujeres contra el reloj

Nos sobran motivos para movilizarnos contra el mal uso del tiempo y llamar a un cambio cultural y políticas reales que lo corrijan

Un hombre cambia la hora a un reloj.

Un hombre cambia la hora a un reloj. / EFE

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Organizamos las tareas a hacer el fin de semana, cuando nos preparamos para el inicio de la jornada laboral, o atendemos a la familia... el universo multitarea se ha expandido como una mancha de aceite por nuestra vida, sobre todo la de las mujeres. Las décadas que ya hemos cruzado en este siglo nos han regalado como un yin y un yang un materialismo feroz, el botón compulsivo del lo quiero y lo tengo, y a la vez la conciencia de lo invisible que siempre estuvo aquí: el tiempo que se escurre, los dolores secretos, los valores olvidados. ¿No han sufrido siempre las mujeres con la regla?¿No han trabajado siempre las mujeres de sol a sol, desde antes de llamar “trabajo” a la gestión del día a día en el hogar?

Cada victoria de una causa femenina es un paso adelante de la infantería en lucha contra la invisibilidad. Desde el derecho a voto hasta el cobro de un salario por el trabajo, el acceso a la universidad, a un escaño en un parlamento, a una dirección de empresa, el permiso de maternidad (y de paternidad), hasta logros del ahora que señalan países de todo el mundo con un punto de luz en un mapa de los derechos femeninos, como el acceso a compresas gratis o con un IVA reducido, bajas médicas por indisposición por razón de género. Ya hay empresas con políticas de conciliación que prevén el impacto en la salud de sus trabajadoras de la menopausia. Países que lideran esa lucha en una misma unidad de tiempo que otros que compiten por el furgón de cola, matando a mujeres por no querer llevar velo y restringiendo todo tipo de libertades por su sexo.

La lucha por vencer la esclavitud del tiempo es de toda la humanidad, por eso está en la agenda social y política y adopta miles de formas: ahora nos rompemos la cabeza por mitigar los efectos del cambio horario de invierno, esa hora arriba, hora abajo que nos importuna dos veces al año. El debate de este otoño coincide con el último intento de la Generalitat de vencer las rutinas horarias que doblegan sobre todo a las mujeres, y por eso es el área de Igualtat i Feminismes, dirigido por Tània Verge, el que aspira a ponerle el cascabel al gato.

Gobiernos municipales, diputaciones, y luego empresas deben empujar en la misma dirección para cambiar una cultura enraizada en el ADN como un cromosoma tozudo que ha pasado generación tras generación. Pondremos más canguros a disposición de las familias, daremos más permisos laborales, pero ha de ser un cambio de hábitos y no solo de leyes lo que nos lleve a romper la rueda que no nos deja coger un respiro. La Barcelona Time Use Week es una buena noticia que no debe quedar en las intenciones: dar visibilidad a un problema es el primer paso para vencerlo, pero necesita muchos más movimientos a continuación.

La velocidad del tiempo y las mujeres, en la primera línea para intentar doblegar a un enemigo invisible. Son luchas titánicas que se diría que se producen en la imaginación, porque una está preparando la mochila del pequeño, las manos en la hebilla de la bolsa, mientras el cerebro ya planea cenas y ordena reuniones o llamadas urgentes para cumplir en el trabajo y cuenta los rollos de papel higiénico que quedan en casa por si ha de comprar ya más. Muchísimos hombres están en esa misma lucha, pero la tarea de cuidados sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres de la casa, auténticas malabaristas en el circo de la vida. 

Protesta por la salud mental

Miles de estudiantes salieron a la calle esta semana para reclamar más atención a la salud mental en las aulas, otra gran plaga que ha sido invisibilizada durante mucho tiempo y que con la pandemia ha aflorado y se ha convertido en un problema de primera magnitud. Las enfermedades mentales fueron secretos, asuntos de familia, escondidas y estigmatizadas y la juventud toma ahora esta bandera para ganar terreno a esta lacra. 

Nos sobran motivos para protestar en voz más alta que nunca contra los abusos del tiempo y llamar a un cambio cultural y políticas reales que lo corrijan, para repartir las cargas y ayudarnos, a todos, a conseguir un poco más de bienestar.

Suscríbete para seguir leyendo