Realquiler pospujolista
Para la sociedad catalana sería más saludable ver garantizada la conexión entre seguridad jurídica y crecimiento económico o que para cambios de envergadura hacen falta mayorías según la norma
Valentí Puig
Escritor y periodista.
Valentí Puig
El pospujolismo reagrupado en Junts se transforma finalmente en oposición y ERC pretende ocupar lo que fue el 'mainstream' convergente. Es darle la vuelta al globo terráqueo y que el Antártico aparezca donde suele estar el Ártico porque si ERC fue inquilina de Convergència durante años, ahora desaloja a Junts y se enfrenta a muerte con Carles Puigdemont. Si median subarriendos, las coaliciones son más frágiles y el lastre excesivo de la política acaba incomodando a los votantes.
En el fondo, sigue en el poder la política subcontratada, con otro contrato de realquiler del que no sabemos si Pere Aragonès tiene la primacía patrimonial del poder o si es la sombra de Oriol Junqueras. ¿Sigue ERC anclada genéticamente en su formato histórico o es que ha mutado sin avisar? Importan poco el deterioro institucional y la dejación de pluralismo crítico. Más allá del río, entre los árboles, muchos ciudadanos de Catalunya hartos de 'procés' todavía esperan propuestas de un futuro más razonable. Si la hipertensión 'posprocés' es renunciar a una DUI o posponerla, otros se contentarían con que la ley se respete.
Los naturalistas enseñan que un organismo inquilino vive en la madriguera de otro, como un comensal a menudo abusivo. Políticamente, fue el caso de ERC con Pujol, ahora lo era de Junts con ERC, como en otras circunstancias lo es Podemos con Pedro Sánchez. Al final, esos inquilinos acabar por tener sus propios realquilados. Se les llama hospedadores de tercera especie y son muy aptos para enquistarse y dañar al contratante primero, con lo que el subarriendo inicial se desvirtúa con rapidez. El inquilinismo, como esos realquilados que se van sin pagar y se llevan las tuberías del piso, a veces propende a comportamientos parasitarios. Desde la larga hegemonía del pujolismo, los hospedadores de tercera especie han proliferado en forma de organismos que se fosilizan y dispositivos clientelares fuera de control. De eso sabe mucho Junts.
Este estado de cosas lleva a preguntarse si en la política actual existe algo más que inquilinismo y si para la sociedad catalana no sería más saludable ver garantizados institucionalmente principios tan elementales como el 'fair play', la conexión entre seguridad jurídica y crecimiento económico o que para cambios de envergadura hacen falta mayorías actuantes según la norma.
Comienza una nueva vida para Junts, a partir de una decisión de estrés y desproporción porque no es normal que unos 2.800 afiliados –el 55% del 80%- optasen por irse de la Generalitat, después del más de medio millón de votos obtenidos en las elecciones autonómicas de 2021, por detrás de PSC y ERC. Entonces, la abstención fue muy elevada. Uno no puede hacer política solo para desconsiderar que los otros piensan de forma distinta. Junts escorará cada vez más hacia una derecha radicalizada y oscura, económicamente ultraliberal, identitaria con los complejos de una tribu. Parece incierta la duración del gobierno 'fast track' de Pere Aragonès, aunque el PSC de Salvador Illa le aporte 'statu quo'. De entrada es un Gobierno para ir jubilando brujos, dar mando a los aprendices y ampliar el taller de reparaciones. La batalla de Barcelona ha comenzado.
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