Si te llaman puta, no te tratarán como a una reina
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
¿Por qué es grave, si se trata de una broma y de una tradición, que el joven del Colegio Mayor masculino de Madrid Elías Ahuja grite a las jóvenes del colegio femenino de Santa Mónica, situado enfrente "Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas, ¡os prometo que vais a follar todas en la capea! ¡Vamos Ahuja!" y la mayoría de sus compañeros le sigan en una coreografía grupal desde las ventanas de las habitaciones?
El lingüista norteamericano George Lakoff nos da pistas. La metáfora es una herramienta usada en el lenguaje para simplificar conceptos abstractos -aquí la relación humillante que los chicos ejercen sobre las chicas- a partir de nociones básicas, trasmitiendo un mensaje que determina el significado que quiere darse a la realidad. La metáfora crea marcos mentales. En este caso, de dominación absoluta de los machos frente a las hembras, y de desvalorización de ellas.
¿Por qué los chicos llaman conejas y putas a las chicas? Sé que la lengua corriente está llena de trampas. Pretende ser universal, pero lleva, de hecho, la marca de los machos que la han elaborado. Refleja sus valores, sus pretensiones y sus prejuicios, nos dijo la filósofa feminista francesa Simone de Beauvoir, en el mismo sentido que Lakoff. Añadir la palabra conejas a putas -que ya las sitúa como objeto que se compra- es una metáfora zoológica negativa, que identifica a las jóvenes con un alto nivel de promiscuidad.
Argumentan que se trata de una broma. Pero ¿qué se esconde detrás? Aunque el humor sea un signo de inteligencia, se acude a la broma para expresar lo que se siente, intentando que el otro no se dé cuenta de las verdaderas intenciones y las excuse. El lenguaje ingenioso cubre la verdad y expresa la hostilidad escondida, evitando la confrontación y queriendo librar de responsabilidad a quien profiere el insulto. Como dice el refrán, "entre broma y broma, la verdad asoma".
Así lo han valorado las jóvenes del Colegio de Santa Mónica, que no se dan cuenta de dónde quieren colocarlas en la relación, ni de la humillación. Es una tradición, es lo normal, justifican. Y llevan razón. Desde el punto de vista estadístico, lo normal es donde se sitúa la mayoría. Aún son demasiados los que quieren mantener todas las formas de dominación machista.
¿Por qué los chicos jalean a las chicas con gritos zoológicos, que imitan el sonido de algunas aves al copular? Los biólogos afirman que esos gritos fingidos son más fuertes de lo necesario para convencer a las hembras que no están cerca de ellos, de que son más activos sexualmente y, por tanto, más atractivos y aptos genéticamente que sus rivales. El sonido aumenta las posibilidades de que una hembra se acerque, atraída. El engaño da ventaja al macho fingidor. Los gritos falsos son comunes entre el 60% de los pavos reales.
Educación, educación, educación afectivo-sexual. En los colegios, en las casas y en los medios de comunicación. Para que entendamos que el lenguaje no es gratuito. Chicas, hay que saber que, si nos llaman putas, no nos tratarán como a unas reinas.
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