Aragonès en la hoguera terraplanista
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
El pasado fin de semana 500 terraplanistas se reunieron en Barcelona. Los asistentes eran gente de buena voluntad que, por motivos distintos y diversos, han perdido la confianza en el sistema. Y consideran que la ciencia es la base del sistema. De manera que, para derribar el edificio, minan los fundamentos. Ellos no son el problema. El problema son los que estaban en el escenario que los convocaron para hacer negocio. Son, en muchas ocasiones, científicos rebotados que utilizan sus conocimientos para vengarse de su antiguo gremio. No viven al margen del pensamiento científico, sino que lo reinterpretan según su conveniencia. ¿Cómo hay que responder a este desafío? No es fácil. Los terraplanistas erran en las soluciones, pero acostumbran a acertar en identificar el malestar con el sistema. Un malestar que tiene una base, pero a la que responden con soluciones que no lo son.
Horas después del congreso terraplanista, cientos de miles de personas -la cifra exacta es lo de menos- se manifestaron en la calles de Barcelona a favor de la independencia. La mayoría muy buena gente. Como lo son los que lo harán el próximo día 19 a favor de la escuela también en castellano. Gente cabal que siente un profundo malestar. Y que considera que el origen es su pertenencia a España. Y España, demasiadas veces, no ha querido dialogar con ellos sino con sus dirigentes. Y, nuevamente, el problema no son esa gente, sino los que estaban en el escenario. A la cabeza de la manifestación estaba Dolors Feliu, jurista con años de militancia política, que ahora ocupa la presidencia de la ANC. Pidió elecciones si no hay independencia. Y este martes concretó que la manera de conseguirla es haciendo una nueva declaración unilateral. Se supone que los asistentes a la marcha estaban de acuerdo con el ultimátum. O no. No hay independentista cabal que mantenga que la independencia exprés sigue siendo posible. Como no hay constitucionalista sensato que sostenga que esto fue un suflé. De manera que, en último extremo, la amenaza es quemar a Aragonès y a Esquerra en la hoguera como hizo la Inquisición con Galileo. Pero la Tierra seguirá girando alrededor del Sol. Y, mientras, a Feliu (o a Borràs) se le pone cara de Salieri. Aguante, 'president'. Y aguante, Turull.
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