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Granjas con sello de mujer

El talento femenino suma en un sector primario que todos debemos cuidar

Sílvia Domènech en las instalaciones de La Fageda

Sílvia Domènech en las instalaciones de La Fageda / Activos

Gemma Martínez

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Sílvia Domènech Arimany nació hace 44 años en Santa Pau, villa medieval situada al sureste del llano de Olot y enclavada en el parque natural volcánico de la Garrotxa. La tierra lo es todo para esta ejecutiva que se crió entre el hayedo de Jordà y los volcanes Croscat y Santa Margarida. Solo tenía cuatro años cuando en su ciudad natal Cristóbal Colón y su mujer Carmen fundaron La Fageda, una empresa ganadera que produce yogures, helados y mermeladas. Carece de ánimo de lucro, aunque sí tiene ansia de margen para financiar su fin social, la integración de las personas en riesgo de exclusión social en la Garrotxa.

Domènech encontró su vocación algo más tarde, a los 14 años, cuando, al trabajar en la restauración, supo que quería dedicarse al comercio y la alimentación. Con la mirada de reojo puesta en La Fageda, se trasladó a Girona, primero, a estudiar Empresariales, y a Barcelona, después, para licenciarse en Investigaciones y Técnicas de Mercado.

De la universidad saltó al márketing corporativo y después fundó su propia consultoría, Tincmarketing. La emprendeduría le permitió conocer a los fundadores de La Fageda. La ficharon como responsable comercial hasta que hace tres años asumió la dirección general. A ojos de casi todos es la sucesora de Colón.

Menos conocida es su breve aventura política. Durante poco más de un año fue concejal del ayuntamiento de su pueblo por el partido de la órbita de ERC Units per Santa Pau (UxSP). Salió elegida en las elecciones de 2011 porque quería conocer mejor como funcionaban los servicios municipales desde dentro, pero lo dejó ante las dificultades para conciliar el puesto con sus obligaciones familiares y profesionales.

A pesar de que a Domènech no le agrada la discriminación positiva, seis de los nueve miembros del comité de dirección de La Fageda son mujeres. Ellas están donde están por su valía y no por su género, pero no hay duda de que su talento femenino suma en un sector primario que todos debemos cuidar y en un proyecto edificante como el de la empresa de la Garrotxa. El grupo cooperativo es un buen ejemplo de los valores que conforman la línea editorial de EL PERIÓDICO, aquella que defiende el progreso de las personas sin perjudicar el planeta.

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