Un sofá en el césped
El noruego y el polaco
Josep Maria Fonalleras
Escritor
La semana empezaba con una emotividad desbordada, por «culpa» de la insistencia de Juan Carlos Unzué, que, como ha pasado otras veces con grandes figuras del deporte aquejadas de terribles enfermedades (léase, por ejemplo, Magic Johnson), ha puesto la fama al servicio de una noble causa, no solo para recaudar fondos, sino sobre todo para que la sociedad tome conciencia.
Pero ya se sabe que las causas nobles están para honrarlas y para que, tarde o temprano, se estrene un documental de superación y humanidad que sirva de ejemplo a las futuras generaciones. El partido contra el ELA fue un exitazo y por supuesto que ganó Unzué, pero los duelos anunciados se quedaron en un espot de propaganda para asistir a la fiesta.
Xavi y Guardiola se abrazaron emotivamente y también lo hicieron el Barça y el City, y confirmaron lo que ya sabíamos, que el fútbol puede ser un reclamo para fines elevados y que el fútbol solo es fútbol de veras cuando de verdad se juega en el césped algo más que el prestigio social. Es decir, cuando hay puntos de por medio, o cuando dos equipos como el City o el Barça se cruzan en una eliminatoria.
Lucha por la supervivencia
Todos sabíamos que si el azar (o ese engendro de logaritmos en que se ha convertido en sorteo de la Champions) deparaba un nuevo choque entre azulgranas y blues la cosa ya no iría de arrumacos palaciegos, sino de feroz lucha por la supervivencia, que es lo que también enseña Unzué. No tocó el City, pero sí, indiscutiblemente, el grupo de la muerte, con la losa de volver a caer en la fase de grupos y con la memoria reciente del 2-8 en plena pandemia. Y con el morbo, claro, de ver como Lewandowski vuelve al Allianz Arena.
No se vieron las caras Haaland y el polaco en el match amistoso, pero esta temporada promete un duelo sin cuartel. Aún estamos en agosto y resulta que los dos ya están rompiendo todos los techos posibles, con exhibiciones en cada partido. Al heroico y sublime hat-trick (por la remontada y por la variedad de registros goleadores) del noruego, responde Lewa con dos goles que dialogan con la historia y prometen magia ante un Valladolid desarmado y sin recursos. A este ritmo van a destrozar estadísticas. Va a ser, incuestionablemente, una de las atracciones del año futbolístico.
Ojo a la virulé
Mientras tanto, otro tipo de magia en los despachos. Parecía que el Barça tenía que traspasar a media plantilla para poder inscribir a Koundé, pero al final (si exceptuamos la broma de Umtiti con el Lecce), los números cuadraron (¡abracadabra!) sin más y el central debutó, vestido de lateral, e incluso salvó un gol cantado.
En el palco, dos pesos pesados contemplaban la tormenta culé que provenía de los extremos, la lluvia incesante de córners y oportunidades y el confirmado renacer del Barça. El ojo a la virulé de Laporta igual provenía de un desconocido accidente doméstico. O igual fue un rifirrafe con la Liga para inscribir al de la trenzas sin tener que practicar más malabarismos.
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