Ucrania después de la cumbre
Podemos asegurar que la guerra continuará en verano con la única esperanza de que el desgaste en el campo ruso haga posible una alto el fuego para negociar en algún momento
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Ahora que la primera cumbre de la OTAN desde la invasión de Ucrania queda en la memoria, ¿Cómo leer el conflicto a partir de lo acordado? En la retina quedará el reconocimiento a una organización impecable; hay sensación de unidad frente al ataque de Putin. No ha habido atisbos de ruptura, al contrario, frente a la amenaza la alianza sale reforzada. Que nadie lo dude, la determinación para consolidar la unión militar de todos estos países y poner freno al agresor se ha mostrado sin fisuras. La hoja de ruta apunta al envío de más armamento a Ucrania y a desplegar casi 300.000 soldados para sellar una línea al oeste y mostrar tanto músculo que el Kremlin se abstenga de pensar que puede haber algún paso más allá. Pero ¿qué ocurrirá en Ucrania?
El acuerdo para seguir enviando armas no alcanza los deseos del presidente Zelenski. Va a haber más, se incluirán misiles de corto alcance, tanques antiaéreos y equipamiento contra ataques químicos y biológicos, además de miles de horas de formación militar para un ejército montado con voluntarios. Más munición, pero no tanta ni tan estratégica como para que la guerra se escape de control. En efecto no ha habido fisuras, tras el horror de la masacre de Bucha y los métodos criminales de Putin hasta los más reticentes consideran que no se debe permitir que siga adelante la agresión. Pero aquí puede que acabe el acuerdo.
La OTAN no quiere una guerra larga, no tanto por lo que significa de gasto militar, que va a aumentar el estrés fiscal de los ministerios de economía en todos los países europeos en beneficio de los de defensa, sino porque mientras la guerra dure, los suministros escasean, el trasporte es prohibitivo y la economía y el comercio se frenan al mismo ritmo que ocurrió durante lo peor de la pandemia. Por eso, a pesar del consenso estos días en Madrid, no hay en cambio una idea de cómo negociar con Rusia. Tanto que si hoy Putin ofreciera un alto el fuego se produciría una falla en la alianza entre quienes consideran como Gran Bretaña o los países del este, que Ucrania es solo el campo de batalla entre Putin y Europa, o los que como Italia, Alemania o Francia preferirían una salida negociada -con alguna cesión incluida-. Por ahora este debate se ha dejado de lado. Estos días de riguroso verano en Madrid no han hecho sudar en exceso a presidentes y mandatarios, pero las conclusiones a las que se han llegado trasladadas al campo de batalla significan poco. Para Ucrania el mensaje simplemente es de contención, con armas para defender palmo a palmo, pero sin la posibilidad de atacar y recuperar las tierras ocupadas. Con esta estrategia y las diferencias entre aliados, podemos asegurar que la guerra continuará en verano con la única esperanza de que el desgaste en el campo ruso haga posible una alto el fuego para negociar en algún momento. Es decir, que aunque la OTAN muestre músculo en la frontera de Ucrania, en el interior la iniciativa de esta guerra seguirá en manos de Putin, a pesar de la cumbre.
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