Artículo de Ernest Folch

Aquella Catalunya de Sánchez-Camacho

Va bien recordar que quien encumbró a Sánchez-Camacho fue precisamente el soberanismo convergente a quien ella traicionó, muy poco después del idilio sostenido entre CiU y el PP

Alicia Sánchez Camacho, en el Parlament

Alicia Sánchez Camacho, en el Parlament / periodico

Ernest Folch

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Incluso en los audios de las cloacas del Estado hay momentos 'vintage'. Las conversaciones destapadas hace unos días entre el comisario Villarejo y la entonces secretaria general del PP en Catalunya Alicia Sánchez-Camacho nos han servido para recordar que Catalunya dejó de ser ella misma hace menos de lo que nos pensamos. Las grabaciones, en las que se ve a la exjefa del PP catalán maquinando miserablemente y sin escrúpulos contra políticos como Mas o Duran i Lleida y figuras de la sociedad civil como Jaume Giró o Carles Sumarroca, producen un efecto pornográfico. El retrato que nos ofrece Sánchez-Camacho de sí misma es descarnado e indefendible, y sorprende que cuando ya han pasado unos cuantos días no se haya dignado ni a dar una mínima explicación: hasta es posible que dentro de unos meses, en alguna entrevista menor, diga de pasada que eran conversaciones privadas, la típica justificación de quien ha sido pillado 'in fraganti'. Sin embargo, más allá de la cuestión moral, hay una dimensión política que hace que estas conversaciones sean realmente muy ilustrativas. Porque sorprende que algunos políticos y simpatizantes de lo que fue la órbita convergente se descuelguen ahora con todo tipo de calificativos contra Sánchez-Camacho como si se les hubiera olvidado el contexto en el que se produjeron.

Recapitulemos: en 2011, un año después de que el PP de Catalunya sacara con 18 escaños los mejores resultados de su historia (que aún mejoraría con 19 en 2012), hubo una sonada y romántica luna de miel entre la Convergència de Mas y el PP de Catalunya, que les llevó no solo a aprobar conjuntamente presupuestos socialmente indigeribles sino a gobernar conjuntamente en más de 30 ayuntamientos, algunos muy importantes como el de Reus, Castelldefels o Badalona, donde se dejó que gobernara por omisión al mismo García Albiol.

El idilio era tan evidente que llevó a Sánchez-Camacho a declarar en febrero de 2012 (solo nueve meses antes de las grabaciones que hemos conocido ahora) que el pacto con CiU era "un compromiso de presente y de futuro". Es decir, que por mucho que algunos se hagan los escandalizados, el PP catalán y la figura de Sánchez-Camacho fueron debidamente colocados en el centro del tablero por aquellos a los que ella apuñaló poco después, porque los pactos Convergència-PP, aunque algunos lo hayan querido olvidar, eran un solución natural en la política catalana de no hace tanto, siguiendo la vieja tradición pujolista de los pactos del Majestic.

El episodio sirve también para recordar que entre el idilio entre Mas y Sánchez-Camacho y la ruptura entre Mas y Rajoy por el pacto fiscal (que dio pie al inicio del 'procés') pasaron escasos meses, y que los asesores que empujaron al 'president' al precipicio del 'procés' eran los mismos que cinco minutos antes estaban construyendo una hegemonía de derechas con la poco después malvada derecha española. En definitiva, que ni Sánchez Camacho fue una figura salida de la nada, ni el PP fue siempre para algunos un partido tan diabólico.

Sucede que entre la amnesia política de algunos que nos quieren hacer creer que la política catalana nació en 2012, como si antes no hubiera sucedido nada, y el silencio discreto de Sánchez-Camacho, que ha ido a morir (muy bien retribuida) a este cementerio de elefantes llamado Senado, casi nos habíamos olvidado de cómo funcionaban las cosas en aquella Catalunya en la que la prioridad no era ser independentista sino ser de derechas. Las insoportables y fétidas cloacas han servido al menos para recordarnos de dónde vienen algunos que han cambiado de disfraz pero no de ideología.

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