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Recuperar el Primavera

Tras el regreso a una normalidad multitudinaria, Barcelona ha de hacer una oferta que permita la continuidad futura en beneficio mutuo

Asistentes a la primera jornada del Primavera Sound

Asistentes a la primera jornada del Primavera Sound / JORDI COTRINA

Tras el largo paréntesis pandémico y con su futuro aún en el aire, el festival Primavera Sound ha abierto sus puertas en una edición extendida a dos semanas para compensar el parón de los dos últimos años. Con más de 65.000 asistentes en la primera jornada según la organización, se puede ya considerar que, desde el punto de visto de atracción de público, el retorno del Primavera ha sido un claro éxito, en sintonía con la recuperada afluencia de visitantes en Barcelona que está caracterizando desde hace ya unas semanas los prolegómenos del verano. 

En los primeros compases del festival el regreso masivo del público desbordó algunos de los servicios (barras, puntos de distribución de agua y lavabos) que parecieron no estar ajustados a las recuperadas dimensiones del Primavera. La reacción inmediata prometida por la organización para solucionar los problemas detectados deberá servir para que el balance final esté marcado, además de por la satisfacción por el cartel de artistas congregado, más por la euforia del regreso a la normalidad que por las incomodidades asociadas a esta reapertura masiva. Y también para aquilatar si la dimensión extra del festival en formato duplicado es gestionable para la organización y para la ciudad –y si por lo tanto el rechazo municipal a consolidar el formato de dos semanas como reclamaba el Primavera significa una renuncia innecesaria a un modelo de éxito o una previsión prudente.

Un enorme mural, con un beso entre las alcaldesa de Barcelona y la presidenta de la Comunidad de Madrid, anuncia en el espacio del Fòrum la condición bicéfala que tendrá el festival en 2023. Un fin de semana en su localización habitual de Barcelona y otro más en Madrid. Tras las tensiones entre promotores y Ayuntamiento de Barcelona, la solución provisional elegida para el año próximo augura una edición de transición. Las elecciones municipales aclararán cuál es el interlocutor definitivo en el lado institucional de la mesa y el resultado de las jornadas que se desarrollen en la localización elegida en la periferia de Madrid mostrarán hasta qué punto suponen una alternativa real que lleve a consolidar el modelo identificado en el mural en cuestión con el lema Barcelona + Madrid = Primavera Sound, o incluso a justificar una emigración total con armas y bagajes. O si esta amenaza latente acaba resultado una maniobra de presión sin recorrido.

Ante esta disyuntiva, Barcelona no puede correr el riesgo de perder el Primavera. En pleno debate sobre el modelo de turismo sostenible para Barcelona, el perfil de público atraído por un festival musical de este calado es uno de aquellos a los que no se puede ni se debe renunciar, por su aportación económica al sector turístico y por su contribución a la imagen de la ciudad como una metrópolis internacional, joven y dinámica en pleno pulso con la pujante oferta de la capital española.   

El resultado final de la partida está aún en el aire, como apuntó el codirector del festival al abrir la edición de este año con una nueva queja: «El problema con Barcelona es que no nos quiere». La oferta que realice la ciudad al festival ha de dejar claro que, si hay algún problema, no debe ser este. Y que el contrato para mantener el Primavera en Barcelona al menos por cuatro años no debe dar por hecho que la relación con la ciudad es «indisociable» sino establecer las condiciones adecuadas para que, en beneficio de ambas partes, siga siéndolo.