Artículo de Ernest Folch

¿Cuándo hablaremos de Israel?

Ni el salvaje asesinato de una periodista ni el sospechoso programa Pegasus han conseguido que ni en España ni en Catalunya nadie mueva un solo dedo para pedir explicaciones a Israel: es más fácil hablar solo de Ucrania

Israeli soldiers walk next to the Israel-Lebanon border near Shtula

Israeli soldiers walk next to the Israel-Lebanon border near Shtula / RAMI SHLUSH

Ernest Folch

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La victoria cantada de Ucrania en el Festival de Eurovisión, no por méritos musicales, sino por razones sentimentales e intereses geoestratégicos muy mal disimulados, certifica que nada, ni siquiera un presunto concurso musical, puede ser ajeno a la política. Por si había alguna duda, la OTAN tardó pocas horas en formalizar la felicitación. Cosas veredes: ¡una organización militar felicitando al ganador de un concurso musical! La paradoja es que Europa, incapaz de cerrar el espacio aéreo como pide Zelensky, entrega una victoria fácil, barata e inocua, que le permite mitigar su creciente sentimiento de culpa. Mientras en la práctica poco o nada se hace contra los oligarcas rusos y las empresas italianas de lujo siguen haciendo negocios con Moscú con total desvergüenza, a Ucrania la proclamamos ganadora de un festival de música para que quede claro que a pesar de todo somos buenas personas.

La victoria musical ucraniana demuestra también que ahora mismo hay poco espacio para nada que no sea la guerra. De esto se aprovechan países como Israel, conscientes de que en la política internacional ya no hay más espacio para la indignación ni para agitar las saturadas opiniones públicas occidentales. Efectivamente, el monstruoso asesinato la pasada semana de la reportera palestina de Al Jazeera Shireen Abu Akleh, uno de los rostros históricos y emblemáticos del conflicto árabe-israelí en el mundo, a penas ha levantado ninguna polvareda en Europa y mucho menos en España, donde solo se ha alzado la voz de la ministra Ione Belarra. Ni siquiera la humillante carga contra los portadores del féretro de la periodista al día siguiente ha pasado de ser un incidente más o menos viral y efímero en las redes sociales. ¿Se imaginan qué habrían dicho los gobiernos de medio mundo si el ejército ruso hubiera empezado a pegar a los portadores del féretro de un muerto ucraniano por sus propias balas? Hemos llegado a un punto en que Israel se siente hoy mismo tan impune que para saldar un tiroteo basta que el primer ministro Naftali Bennett acusara de la muerte de la periodista a "palestinos armados" sin que por supuesto pudiera aportar ninguna prueba, y el gobierno se ha limitado a decir, sobre la carga policial, que "investigará lo ocurrido".

Israel, y el sionismo acrítico que protege su Gobierno, ha encontrado desde hace tiempo el truco para blindarse de las críticas: la consigna es tildar de "antisemitas" a todos los que critican al gobierno israelí, una maniobra burda que nadie se cree pero que sirve para infundir miedo. Como dijo el gran escritor israelí Amos Oz, "critico a Israel y no soy antisemita". Porque es por supuesto compatible admirar la cultura hebrea, y el inmenso talento judío repartido admirablemente por todas las grandes disciplinas humanas y científicas del mundo, con denunciar las barbaridades de un Estado que hace tiempo que campa a sus anchas. Porque ya no se trata solo de que la comunidad internacional tolere todas estas atrocidades o que, por ejemplo, Gaza ya sea conocida como la prisión más grande del mundo, sino que curiosamente, nadie le pide explicaciones a Israel por ser el Estado que ha impulsado el desarrollo del programa Pegasus y el que autoriza cada una de las licencias. Un país como España en el que este 'software' sospechoso ha causado la mayor crisis política de los últimos años ha sido incapaz de pedir ninguna explicación al gobierno de Israel. Curiosamente, los independentistas catalanes tampoco nada dicen al respecto. Cierto, tampoco descubriremos ahora la inmensa hipocresía de la política internacional. Pero que nos tomen el pelo no quiere decir que nos tengamos que dejar de pedir explicaciones. ¿Cuándo hablaremos de Israel?

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