Décima avenida

Shireen Abu Akleh y el doble rasero con Israel

La muerte de la periodista pone de relieve de nuevo la olvidada ocupación de los territorios palestinos

Artistas palestinos pintan un mural en honor a la veterana periodista de Al-Jazeera asesinada Shireen Abu Akleh en la ciudad de Gaza

Artistas palestinos pintan un mural en honor a la veterana periodista de Al-Jazeera asesinada Shireen Abu Akleh en la ciudad de Gaza / MOHAMMED ABED/AFP

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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Corre por las redes sociales un video de la periodista palestina Shireen Abu Akleh en el que recuerda lo que para ella supuso cubrir la gran operación militar de Israel en el 2002 en Cisjordania, uno de los momentos cruciales de la Segunda Intifada. “Nunca olvidaré la envergadura de semejante destrucción ni la sensación de que a veces la muerte estaba muy cerca. (...) Y, a pesar del peligro, seguíamos trabajando. (…) En los momentos difíciles he superado el miedo. Elegí el periodismo para estar cerca del ser humano. Puede que no sea fácil cambiar la realidad, pero por lo menos he podido llevar esta voz al mundo”.  

Esta semana, Shireen Abu Akleh, legendaria corresponsal de Al Yazeera en los territorios palestinos ocupados, murió de un disparo en Yenin mientras cubría la enésima incursión rutinaria del Ejército israelí en la zona. Shireen vestía con chaleco identificativo de periodista y llevaba casco. Su muerte ha generado el ciclo propagandístico habitual en estos casos, un modelo tan antiguo que cuando se inventó ni siquiera se había oído hablar de las fake news: el Ejército israelí prometió una investigación (de esas que nunca llegan a ningún lado) y portavoces, --oficiales, oficiosos y disfrazados-, trolls, la prensa israelí y parte de la prensa internacional empezaron a hablar de que la bala que mató a Shireen fue en realidad palestina. El asesinato de Shireen se convirtió en la enésima ciénaga en la que los equidistantes chapotean.

Escaso eco

Una diferencia respecto a los años de la Intifada es que la muerte de Shireen apenas ha causado escándalo, más allá de entre unos círculos muy concretos. El escaso eco es lógico dada la situación en la que se encuentra el conflicto palestino-israelí: olvidado y relegado en la esfera de la opinión pública internacional, sin influencia sobre la agenda global, convertido en un asunto de seguridad interior de Israel. Es la consecuencia lógica de la victoria israelí (militar, política, territorial, narrativa) al pulso que a principios de siglo lanzaron los palestinos con la segunda Intifada. Hoy, el proyecto sionista es una historia de éxito, ya que Israel domina con puño de hierro todo el terreno de la Palestina del mandato británico entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. Fuera del foco internacional, con la diplomacia desactivada por el trumpiano Acuerdo de Abraham, Israel expande a su población por las crecientes colonias de Cisjordania y encierra a los palestinos en sus cada vez más menguados núcleos de población. Impune e inmune al escrutinio internacional, cualquier asomo de resistencia es reprimida de forma letal. 

Para intuir la ferocidad de la ocupación israelí hoy solo hace falta leer el informe que Michele Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, presentó en Ginebra en marzo del 2022. Bachelet habla de “situación deteriorada en los territorios ocupados”; “continuas y crecientes violaciones de la legislación internacional” por parte de Israel; aumento de muertes y el uso de forma desproporcionada de métodos letales por parte del Ejército israelí. En los territorios ocupados, normalmente pasa todo cuando parece que no pasa nada. Es cuando mueren palestinos y los asentamientos crecen. Es cuando hay víctimas israelíes que se decretan las espirales de violencia.

¿Y tú qué?

En su aclamado libro ‘No digas nada’ Patrick Radden Keefe habla del whataboutism: ese fenómeno que lleva a que, en un conflicto, cuando alguien censura los excesos de un lado se le interpela con un “¿y qué hay (what about en inglés) de esa otra atrocidad cometida por las supuestas víctimas?", entrando así en una espiral en la que es imposible dialogar y que, sobre todo, es caldo de cultivo para impunidad. En estos meses de invasión asesina de Ucrania por parte de Rusia muchos han intentado no caer en el whataboutism cada vez que desde los Gobiernos europeos y de EEUU se censura a Rusia por la ocupación de Ucrania, los métodos de su Ejército y la desfachatez de su propaganda, todo ello inmoral y criminal. Pero la fuerza de la defensa de derechos y libertades de Ucrania y su pueblo por parte de países y gobiernos occidentales pierde fuerza cuando se cae en la incoherencia, cuando el doble rasero se convierte en insoportable. Porque la muerte de Shireen nos recuerda que en esta etapa de silencio y olvido con los palestinos cabe preguntarse más que nunca What about Israel? ¿Para cuándo el fin de la equidistancia y políticas firmes para acabar con la ocupación de los territorios palestinos? Shireen Abu Akleh es la última de una larga lista de víctimas. Y nunca pasa nada, la perfecta definición de impunidad. 

Queda, eso sí, el consuelo de su trabajo: “Puede que no sea fácil cambiar la realidad, pero por lo menos he podido llevar esta voz al mundo”. 

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