La nota | Artículo de Joan Tapia

Tanto va el cántaro…

Pedro Sánchez ha sacado adelante el decreto de medidas económicas, pero con una mayoría demasiado estrecha para afrontar la crisis que se avecina

Congreso de los Diputados.

Congreso de los Diputados. / EFE

Joan Tapia

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El decreto ley de medidas contra la crisis ha sido convalidado por el estrecho margen de 176 votos a favor y 172 en contra. Es una buena noticia porque las medidas –unas más efectivas que otras– son urgentes. Y las expectativas económicas son preocupantes. El jueves se supo que la economía americana –que crecía al 6,4% al acabar 2021– ha caído un 1,4% en el primer trimestre. Y el BCE acaba de publicar un estudio para justificar su grave error sobre la inflación. El objetivo es el 2% y ya está en el 7,4%. La disculpa: los precios del gas, agravados por la guerra de Ucrania, y que la Fed (el banco central americano) tampoco acertó.

No se trata de fusilar culpables porque los más doctos economistas europeos y americanos se han equivocado, pero lo que no tendría perdón de Dios es no tomar buena nota de la gran incertidumbre y de la amenaza de la inflación que en España –pese a que ha bajado al 8,3% en abril– es superior a la media europea. Y, salvo milagro, serán necesarias más medidas –más bien no populares– porque el BCE va a dejar de comprar en verano deuda de los estados, que es lo que ha permitido los programas de gasto público contra la crisis.

Ante este panorama, el 176 a 172 es un fracaso. El propio Pedro Sánchez lo sabe, porque dijo querer un gran pacto transversal y no lo ha logrado. Sus partidarios dicen que ha vuelto a sobrevivir pese a las nuevas complicaciones (el CNI). Ya en febrero la reforma laboral solo se aprobó por el error de un diputado del PP. Sánchez sigue, mientras que sus contrarios en las elecciones de 2019 –Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias– han desaparecido… o son tertulianos. Cierto, pero Sánchez no debe olvidar el viejo dicho castellano de que “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”.

Y él va a tener que seguir pidiendo muchos avales parlamentarios. Va a necesitar menos maniobras y más empatía y capacidad de convicción. El propio ministro Bolaños hizo ayer un discurso más sobrio y coherente. Es normal que el Gobierno no aceptara todas las propuestas, algunas muy discutibles, de Núñez Feijóo, pero ¿ni negociarlas? El nuevo líder de la derecha –que es más gobernante que tribuno a lo Casado– no merecía que la ministra de Hacienda esperara al último día para tomar contacto con Juan Bravo, el responsable económico del PP.

Y tampoco es lógico no aceptar que el decreto ley se tramite como proyecto de ley –que se puedan introducir cambios y mejoras– hasta 12 horas antes del debate en el Congreso. No es cuestión de grandes coaliciones, ni siquiera del útil puente entre los dos grandes partidos, sino de constatar que es absurdo pedir con grandes palabras unos nuevos pactos de La Moncloa y luego negarse a negociar nada.

Por otra parte, el pacto PSOE-Podemos y la llamada mayoría de la investidura dan repetidos signos de agotamiento. Este jueves Sánchez logró más votos (176) que en su investidura (167), pero las broncas son el pan nuestro de cada día y el clima es otro.

Vamos a Catalunya. El escándalo de las escuchas del CNI es muy serio, pero la crisis económica es otro negociado. Ayer los 11 diputados nacionalistas vascos (6 del PNV y 5 de Bildu) convalidaron el decreto porque –Merche Aizpurua ‘dixit’– saben priorizar. De los nacionalistas catalanes, solo cinco, encabezados por Ferran Bel, de la antigua CDC, lo hicieron. En contra votaron los otros 19 (13 de ERC, 4 de Junts y 2 de la CUP). Luego alguien no entiende que el nacionalismo vasco tenga en Madrid más cartel que el catalán.

¿Los “etarras”, como les descalifica la derecha, mercadean hoy mejor que los sucesores de Pujol y Tarradellas?

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