Viaje en tren

Luchando contra los elementos

Renfe me escolta con sus guardias hacia la sala de espera de Sants, donde una patrulla de los Mossos, al saber el motivo del incidente, se queda patidifusa

Un AVE procedente de Figueres y en dirección a la estación de Barcelona-Sants

Un AVE procedente de Figueres y en dirección a la estación de Barcelona-Sants / FERRAN NADEU

Albert Soler

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Este Sant Jordi fui a Barcelona a luchar contra los elementos. No me refiero a la granizada que me pilló en plena Rambla, sino al revisor del AVE, que menudos elementos tiene Renfe en plantilla. Para resumirlo y no cansarles: Renfe me vende un billete en taquilla, Renfe pone libremente el precio del mismo, Renfe me hace un descuento de 1,19 euros por ser periodista, y yo pago religiosamente a Renfe lo que me indica. La misma operación que he hecho más de 30 veces con anterioridad. Pero este sábado, Renfe -en la figura de su revisor- me dice que el billete que me ha vendido Renfe no es válido, que el descuento que me ha hecho Renfe no es legal, porque el carnet de periodista que Renfe me ha dado siempre por válido ahora Renfe dice que no lo es, y que debo pagarle a Renfe los 1,19 euros que Renfe me ha descontado el precio. Como quiera que me niego, Renfe manda cuatro guardias de seguridad a la estación de destino, donde me esperan para insistir en que Renfe me reclama 1,19 euros que Renfe me ha rebajado. Como me sigo negando -uno no tiene en mucha estima su dignidad, pero sí en más de 1,19 euros-, Renfe me escolta por cuatriplicado con sus guardias hacia la sala de espera de la estación de Sants, donde aguardaremos a la llegada de una patrulla de los Mossos que al saber el motivo del incidente, se queda patidifusa.

Uno entiende que las cuentas de Renfe no deben de andar muy boyantes, y por eso no es capaz de poner más que dos AVE entre Girona y Barcelona en toda la tarde de un día como Sant Jordi, y ello a pesar de que, a causa de unas obras, no hay conexión directa de Rodalies entre ambas capitales. Pero no imaginaba que el desastre presupuestario fuera de tal magnitud que 1,19 euros sean considerados vitales para la subsistencia de la compañía.

Mientras era conducido a quien sabe dónde por cuatro guardias de seguridad, yo intentaba poner cara de «soy una persona importante y por eso me escoltan hasta arriba», no fuera a verme un conocido y sospechara que yo era el hombre que intentó estafar 1,19 euros a los Presupuestos Generales del Estado. No sé si lo logré, quizás he quedado señalado para los restos como aquel que hundió a Renfe en la miseria. En la económica, digo, porque en la moral ya lo estaba.

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