La nota

Suecia y Finlandia cambian

Asustados por la invasión de Putin, los dos países neutrales se preparan ahora para solicitar un rápido ingreso en la OTAN

Carros de combate del Ejército ruso cerca de la ciudad de Mariúpol en el marco de la invasión de Ucrania

Carros de combate del Ejército ruso cerca de la ciudad de Mariúpol en el marco de la invasión de Ucrania / Maximilian Clarke/SOPA Images vi / DPA

Joan Tapia

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La invasión rusa está teniendo muy graves consecuencias. Primero, para los ucranianos que sufren crímenes de guerra, ven destruida su nación y más de 4 millones de ellos han huido del país. Segundo, para Rusia, cuyo pueblo ya nota las sanciones occidentales. Por ejemplo, los empleados de las muchas empresas –entre ellas Zara, que tenía 500 tiendas y cerca de 9.000 trabajadores– que han cerrado su actividad en Rusia. Tercero, para Europa, que va a ver reducido su bienestar. El canciller Scholz ha advertido que los países que castigan a Putin no deben ser luego los más perjudicados por las sanciones. Cuarto, para muchos países del Tercer Mundo, como Egipto, que van a tener que soportar los efectos del alza de precios de los cereales por la caída de la producción de Ucrania, uno de los grandes graneros del mundo.

Pero no nos confundamos. Todo el mundo va a salir dañado por la locura nacionalista de Putin, quizá el  Hitler del primer tercio del siglo XXI. Mientras esté en el poder, el mundo se va a fragmentar, la inseguridad disparará el gasto militar, y la marcha atrás en la globalización frenará el comercio y el bienestar.  

Una de las razones que Putin esgrimía, antes de la invasión, para la presión sobre Ucrania era que 14 países de la Europa central y oriental habían entrado en la OTAN desde 1999. Pues bien, la primera consecuencia de la guerra es que la OTAN puede pasar –antes de la cumbre de Madrid de junio– de 30 a 32 miembros por la incorporación de dos países de gran tradición neutral como Suecia y Finlandia. Desde 1814 Suecia no ha participado en ninguna guerra ni ha formado parte de ninguna alianza militar. Y Finlandia era neutral desde un tratado de amistad y paz firmado con la URSS en 1948.

Ni en los peores tiempos del estalinismo Suecia o Finlandia desearon formar parte de la OTAN porque estaban seguras de que su integridad territorial estaba garantizada por la neutralidad y que la URSS la respetaría. Ni la invasión de Hungría en 1956 ni la de Checoslovaquia en 1968 alteraron nada. Pero ahora lo de Ucrania lo ha cambiado todo. La Rusia de Putin es menos fiable que la URSS y desde el 24 de febrero las poblaciones de Finlandia –que tiene 1.300 kilómetros de frontera con Rusia– y Suecia se han ido haciendo atlantistas. El miedo a que les pueda pasar lo mismo que a Ucrania ha sido determinante. Y las dos primeras ministras socialdemócratas de ambos países parecen decididas a dar el paso.

Y ello pese a que Rusia ha amenazado con que la entrada en la OTAN pondría fin al estatus no nuclear del mar Báltico. Medvedev, dirigente muy próximo a Putin, ha dicho que inevitablemente ello comportaría buques rusos con armamento nuclear en el Báltico, a pocos kilómetros de Helsinki y Estocolmo. Pero la amenaza tiene poco efecto porque los tres países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania, que formaban parte de la URSS y que están aterrorizados– aseguran que Kaliningrado, el enclave ruso en el Báltico, ya está nuclearizado.

Y esta conversión muestra también la escasa relevancia militar de Europa. Preguntado por qué la seguridad europea –Finlandia y Suecia son miembros de la UE desde 1995– no es suficiente, el antiguo primer ministro sueco Carl Bildt ha dicho al ‘Corriere della Sera’: “Si miramos las realidades militares, los dos países relevantes para nuestra seguridad son Estados Unidos y Gran Bretaña y ninguno de ellos es miembro de la UE, que aún no tiene estructura militar”.

Ni la UE ni Francia –pese al orgullo de su bomba nuclear– cuentan.

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