Artículo de Jordi Puntí

La esperada normalidad

Empieza a ser un retorno al mundo de ayer. Si al principio de estar confinados creímos que todo aquello podía traer un cambio de mentalidad, ahora las cifras y los beneficios inmediatos lo vuelven a tapar todo

15/04/2022 Turistas en Barcelona El turismo vuelve a Barcelona después de la pandemia. En la foto, turistas en el carrer Ferran  Foto de Ferran Nadeu

15/04/2022 Turistas en Barcelona El turismo vuelve a Barcelona después de la pandemia. En la foto, turistas en el carrer Ferran Foto de Ferran Nadeu / Ferran Nadeu

Jordi Puntí

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Churros. Ahora lo que se lleva son los churros. Vivir en un barrio turístico como el Born, de Barcelona, te permite detectar las últimas tendencias del consumo turístico en la calle: pues bueno, estos días he visto a un montón de turistas que se paseaban con una tarrina en la mano con cinco o seis churros (cortos) y chocolate en el fondo, comprada en heladerías, franquicias de cafetería, chocolaterías. Durante años muchas churrerías de barrio cerraban por falta de relevo generacional, y ahora vuelven los churros —eso sí, descongelados al momento, porque una cosa es la moda y la otra es tener que trabajar con aceite hirviendo y pasar calor.

El regreso del churro turístico, que queda muy bien en las fotos de Instagram, es una señal más de ese intento de normalidad que ensayamos entre todos. El aumento de visitantes es notorio y los gremios de turno presentan orgullosos cifras de ocupación del 80 y el 90 por ciento, “como en 2019, antes de la pandemia”. Hay que elevar la moral del empresario. Los de fuera vienen aquí, los de aquí marchan fuera y el aeropuerto vuelve a estar a pleno rendimiento. Da igual que todo se haya encarecido con el aumento de precios de las últimas semanas, consecuencia de la guerra en Ucrania, las huelgas de los camioneros o la extorsión cotidiana de las eléctricas y el gas.

La esperada normalidad empieza a ser un retorno al mundo de ayer. Si al principio de estar confinados, en 2020, creímos que todo aquello podía traer un cambio de mentalidad, una oportunidad de mejora, etcétera, ahora las cifras y los beneficios inmediatos lo vuelven a tapar todo. ¿Quién se acuerda de esos debates en los que la renta básica universal y el decrecimiento económico eran propuestas de futuro creíbles? Parecía que los idealistas habían revivido, pero era solo un espejismo de la desesperación. Lo que va volviendo es una idea de la normalidad hecha a medida: no definida por un futuro mejor, sino por los límites de todo lo que nos asegure un presente. La epidemia del covid, las guerras del mundo, los avisos de los científicos sobre la emergencia climática: cuántas cosas ocurren, pero parece que solo tengamos memoria para retener una, la última.

Si hay un antídoto contra ese simulacro de normalidad, yo no lo conozco. Pero se me ocurre una propuesta. Hace unas semanas se celebró en Girona y Olot el festival literario MOT, dedicado este año a “literatura y ruralidad”. En YouTube encontrarán las conversaciones y reflexiones entre autores tan diversos como Joan Todó, Pep Coll, Joan Francesc Mira, Selva Almada o Núria Bendicho, entre otros, que quizá les abran horizontes. Si solo tienen tiempo para ver una, entonces elijan la que convocó a Pep Divins y Raül Garrigasait. Pep Divins creció en el campo y se ha pasado media vida en el bosque, haciendo de pastor, leyendo y escribiendo, y sus palabras rezuman una sabiduría que se hace escuchar. De pequeño, cuando todavía no iba a la escuela, le decían que “oía crecer la hierba” —una virtud que podemos tomarnos como un consejo.

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