Artículo de Álex Sàlmon

Contra la extrema derecha

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vox / Claudia Alba / Europa Press

Álex Sàlmon

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Aquello del proverbio chino sobre el dedo y la luna está superado. Y es que el siglo XXI parece considerar que algunas de las lecciones orientales pueden verse desde diversos puntos de vista. Entonces, habrá que darle una vuelta al necio que se quedó con el dedo en vez de la luna.

Situemos las posibilidades. ¿Miramos a la luna, que es lo que el sabio nos enseña? ¿Observamos el dedo porque, en realidad, el sabio nos despista? ¿O reflexionamos sobre las intenciones del sabio al mostrarnos la luna? Al fin y al cabo, su decisión es la génesis de la acción.

Se me ocurre al reflexionar sobre el ascenso de la extrema derecha en Europa. Su pensamiento está asentado en el Viejo Continente desde principios del XX. Su ideología, aunque despreciable, se aprovecha de diagnosticar bien las oportunidades de la Historia. Por ello, ¿dónde habrá que situar el foco de sus éxitos, en sus políticos o en sus votantes?

Se han producido, en los últimos días, dos situaciones que preocupan especialmente: el pase a la segunda vuelta francesa de Marine Le Pen y la entrada en el Gobierno castellanoleonés de Vox. Las dos son producto de unas elecciones y, por ello, de una acción democrática.

Sus formaciones no han llegado tan lejos por un golpe en la mesa, ni una acción fraudulenta. No. Así que la luna y el dedo, o lo que sea, está en sus votantes. Y aquí llegamos a la cuestión fundamental: ¿por qué un elector decide cambiar su opción de siempre y optar por una ultra?

El fascismo o falangismo o franquismo, poco importa, ha existido siempre en España. Pero ¿de verdad creen que en Castilla y León existen 212.605 fascistas? Fue el resultado del partido de Abascal. Y en España, 3.656.979. Diría que no.

Así que la cuestión está en contrarrestar los argumentos que los votantes compran de Vox y no a los políticos de esa formación. La estrategia de destruirlos como líderes los afianza entre sus votantes. Entran las emociones. Y de lo que se trata es de explicar que sus propuestas no existen. Son inviables para la concordia entre ciudadanos.

La casi desaparición de la izquierda y derecha centrada francesa, gracias a la dulcificación del mensaje de Le Pen, también es muy preocupante. La casilla Macron salva la fiesta. Ya ven.

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