Artículo de Joan Guix

Nuestro planeta, nuestra salud

El covid-19 nos ha recordado la estrechísima interdependencia entre la salud del medio ambiente, la salud animal y la salud humana. El ser humano no puede estar sano si no lo está todo aquello que lo rodea

Emisión de gases de efecto invernadero

Emisión de gases de efecto invernadero / CHARLES PLATIAU

Joan Guix

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El mundo es un gran y complejo ecosistema. Como todo ecosistema, se compone esencialmente de elementos vivos (plantas y animales, incluidos los seres humanos) y de elementos inorgánicos (sustrato geológico, aguas, aire), y las interacciones que se establecen entre todos sus componentes. Cualquier alteración de cualquiera de los múltiples elementos de este inmenso ecosistema implica consecuencias más o menos graves y más o menos extensas en el equilibrio ecológico.

Ciertamente, siempre se han producido alteraciones diversas sobre el planeta que han tenido consecuencias notables. La extinción de los dinosaurios, las glaciaciones y desglaciaciones, los volcanes...., pero el factor alterador siempre había estado ligado a la misma naturaleza.

Hay, sin embargo, un elemento clave y disruptor entre los seres vivos que componen este ecosistema: el ser humano. El sociólogo americano A. H. Hawley afirmó: “El hombre es la especie más poderosa a efectos de alteración de los ecosistemas y procesos ecológicos.... en lugar de acomodar sus actividades a las relaciones de la vida natural, controla y regula la comunidad biótica para satisfacer sus necesidades”. El ser humano es, sino la única, una de las muy escasas especies que, para sobrevivir, no se adaptan al entorno, sino que lo modifican y hacen que se adapte a sus necesidades. Y por eso utiliza recursos y herramientas capaces de alterar el frágil equilibrio hasta límites insospechados. Se habla de antropoceno para definir una etapa que para algunos empieza a finales del siglo XVIII con la utilización de la máquina de vapor y el inicio de la Revolución Industrial y que ha hecho su salto cualitativo a partir de los años 50 del siglo pasado, con la desmesurada utilización de los combustibles fósiles y la generación imparable de gases de efecto invernadero y otros contaminantes, que están modificando las condiciones vitales de la Tierra. El biotopo, el entorno ambiental, está enfermo.

Si al calentamiento del planeta, con las subidas de los niveles marinos, los fenómenos climáticos extremos, inundaciones y sequías y otros, añadimos la contaminación química por pesticidas y otros productos, la deforestación o los cambios de usos de la tierra, la ganadería intensiva o el comercio y consumo de especies exóticas causadas por nuestra forma de vida y que comportan el desplazamiento y un mayor y más íntimo contacto con especies animales, antes aisladas del ser humano y, en muchos casos, portadores de microorganismos patógenos y enfermedades, pueden hacer el salto de especie y afectar al ser humano.

Un elemento más, poco valorado hasta ahora: el entorno no tan solo está poblado de animales y vegetales. También hay, y con gran trascendencia, microorganismos: el microbioma, muchos de los cuales residen en el cuerpo humano y son imprescindibles (la microbiota). Si este mundo microscópico no está 'sano', también afecta a los seres humanos y su salud.

Añadimos al cóctel la globalización y la facilidad y rapidez de los viajes en todo el mundo y veremos con qué sencillez y efectividad estas enfermedades infecciosas de origen animal, promovidas por los cambios ambientales, se extienden y se convierten en pandemias. El covid-19 nos ha recordado, si es que no lo sabíamos ya, la importancia y la estrechísima interdependencia entre la salud del medio ambiente, la salud animal y la salud humana. El ser humano no puede estar sano si no lo está todo aquello que lo rodea: el medio ambiente y los animales, tanto domésticos como salvajes.

Este hecho, de importancia extrema, ha llevado a que la OMS, en su Día Mundial de la Salud, que se celebra cada 7 de abril, tenga por lema este año “Nuestro planeta, nuestra salud”.

La medicina aislada no puede garantizar que no enfermemos. Hace falta la estrecha colaboración con la veterinaria y el mundo de las ciencias ambientales. Hace falta una sola estrategia dirigida a un solo objetivo: la salud de la Tierra y de todo lo que contiene. Es la estrategia 'One Health', 'una sola salud' impulsada por la OMS, la OIE (organismo para la salud animal) y la FAO (organismo para la Alimentación y la Agricultura), y que se puede resumir en que tan solo si cambiamos los modos actuales de vida de la sociedad humana podremos lograr que el entorno y el mundo animal tengan unos mayores niveles de salud y, de rebote, mejore la salud de los humanos. De nosotros depende.

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