APUNTE

La rotundidad de lo obvio

Busquets y Rakitic pelean un balón desde el suelo

Busquets y Rakitic pelean un balón desde el suelo / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

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Hubo un momento, mediada la primera parte, en que me informaron que el Barça y los de los jamones, chorizos y demás embutidos, los del Pozo, vaya, estaban en los penaltis de la final de copa de fútbol sala. Pensé: total, vete a ver cómo van, porque en el Camp Nou también juegan a lo mismo, porque el match entre Sevilla y Barça se iba pareciendo peligrosamente a un partido de pista de polideportivo, como mínimo por lo difícil que era meter la pelota en el interior de la portería sevillista. Parecía como si hubiera empequeñecido y además estaba Bono, que cuando jugaba en el Girona era un sufrimiento y que en la “nit freda per ser abril” (como cantan los Manel) se encargaba de frustrar las expectativas azulgranas. Se hartaba Dembélé de darle a la banda y de correr como gacela perseguida, pero no chutaba o centraba fatal, demonios, con lo fácil que hubiera sido, en una de sus cabalgatas, meter la puntera y empezar a solucionar el encuentro.

La noche era fría, sí, extrañamente fría para un mes de abril, y la cosa se iba complicando. Me pasé, pues, a la final de fútbol sala y de golpe me veo en medio de una batalla campal por un quítame allá el título que un árbitro con barba y con agallas arrebató a los de los jamones, que reaccionaron como leones persiguiendo gacelas. O árbitros. Estaba convencido que si el Barça acababa ganando la final, después de la anulación del definitivo gol del Pozo, pues eso, que se armaría la de la bomba atómica, de tan caldeados como estaban los ánimos. Me divertí con las algaradas y presumí que era un buen presagio para la segunda parte del Camp Nou, puesto que la primera ya casi finiquitaba con el título del fútbol sala.

El Barça seguía con la línea de juego excelentísimo que bordó ante el Madrid, pero la portería del Sevilla seguía pareciéndose a una de esas tan pequeñita y no había manera. Hasta que apareció Pedri. Por favor. He leído por ahí algunos que dicen cuando el canario se hacer cargo del balón es como si se detuviera el tiempo. Imagino que es una manera poética de decir que juega en otra dimensión y que parece que los defensas están en pausa mientras él sigue a lo suyo, pero lo que de verdad me impresiona de este tipo es lo que cuenta después. En Estambul, después del festival de quiebros, dijo que tenía la suerte de no pensar y, después del golazo soberbio ante Bono, declaró que “siempre que hay una pierna por delante, recorto”. Es la antítesis de la premeditación y el cálculo. Es la apoteosis de la necesidad convertida en virtud. Si hay un obstáculo lo salto; si hay una dificultad, la salvo. Como dijo George Mallory hace cien años, cuando le preguntaron por qué subía al Everest. “Because it’s here”, dijo. Porque está ahí. ¿Por qué mete esos goles Pedri? Porque si hay que superar contrarios, se superan y punto. Es el fútbol hecho minimalismo, sencillez, rotundidad de lo obvio.  Seguirá escalando montañas, este señor futbolista.   

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