La nota

Autogoles (y 2)

¿Se equivocó ERC al votar contra la reforma laboral que los sindicatos mayoritarios de Catalunya le pedían que apoyara?

Gabriel Rufián, ERC, sale del hemiciclo.

Gabriel Rufián, ERC, sale del hemiciclo. / José Luis Roca

Joan Tapia

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La votación en el Congreso de la convalidación de la reforma laboral ha sacado a la luz varios autogoles. El primero, el del PP, que no solo se opuso a una reforma razonable –al menos para la ministra de Trabajo de Rajoy que hizo la anterior–, sino que fue el error de un diputado popular el que permitió que el Gobierno paliara el ridículo y ganara la votación. El segundo, el del propio Ejecutivo, que estuvo a punto de perder y que fue a una batalla parlamentaria decisiva con un diputado menos (154) de los que le corresponden (155). Y solo por disensiones y peleas intestinas.

¿Se metió también ERC, el principal aliado esta legislatura del Gobierno, otro autogol al votar contra la reforma laboral pactada con patronal y sindicatos? Lo cierto es que ese voto no solo castigó al PSOE sino también a Podemos, el socio más a la izquierda del Gobierno, y a la propia Yolanda Díaz.

Votar contra el acuerdo argumentando que la CEOE  lo había suscrito es desconocer que un marco laboral estable, que favorezca la inversión, es casi imposible hacerlo contra los empresarios, que en las economías europeas son el principal motor del empleo. Queriendo desdramatizar, Gabriel Rufián, portavoz parlamentario de ERC, ha argumentado que el PNV, partido de centro, también votó en contra. Pero son dos situaciones muy distintas. El voto del PNV se debe a que, en Euskadi, CCOO y UGT tienen menos fuerza y así se lo pedían los dos sindicatos mayoritarios vascos –ELA-STV y LAB–, mientras que los sindicatos mayoritarios en Catalunya –CCOO y UGT– reclamaron insistentemente a ERC que votara a favor. Ahí está el artículo del secretario de la UGT catalana, Camil Ros, en este diario.

¿Ayuda a ERC, que quiere ser el primer partido de izquierdas de Catalunya, votar en contra de lo que piden los sindicatos en un asunto que ellos creen prioritario? Además, Rufián ha afirmado (‘Ara’, 6 de febrero) que “todo el mundo puede entender que en tiempos de Aznar se pagaba más indemnización por despido improcedente de lo que se pagará ahora”. No solo se vota contra el pacto, sino que se quiere refregar a los sindicatos haber defendido muy mal los intereses de sus afiliados. ¿Será positiva esta actitud para su implantación en el área metropolitana de Barcelona, donde ERC quiere penetrar más a costa del PSC?

Además, ERC es el principal partido del Govern y es extraño –por no decir que sin precedentes– que el primer partido gubernamental reclame mayores exigencias laborales que los sindicatos. Lo ha dicho el diputado Ferran Bel, uno de los cuatro de la antigua CDC, que votó ‘sí’: “No vamos bien cuando el Govern está más a la izquierda que los sindicatos de los trabajadores”.

Y Rufián, buen espadachín parlamentario, incluso ha patinado con una arriesgada comparativa que se le revuelve en contra: “Dime quién te vota y te diré quién eres”. O sea, PSOE y Podemos son como C’s.

Vale. ¿Por qué no seguir?: “Dime con quién votas y…”. Entonces ERC sería no solo como el PP sino como Vox. Es algo que nadie en su sano juicio podría pensar del partido que el discutido Heribert Barrera impidió que naufragara –y quizá desapareciera– en la Transición.

Pere Aragonès no es un ‘president’ demasiado resolutivo, como muestran sus muchas dudas: aeropuerto, JJOO de 2030… Pero ha mejorado el clima político al poner fin al ‘agitacionismo’ verbal de Torra, que no llevaba a ninguna parte. Es algo positivo. ¿Contribuirá el voto de Rufián a su imagen de ‘president’ de todos los catalanes, empresarios y sindicalistas incluidos?

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