Conocidos y saludados

Vida, dolor y obra

La corriente de emociones que ha provocado el testimonio de Alejandro Palomas ha llegado en ayuda de los políticos que llevan tiempo pidiendo una comisión parlamentaria para investigar tanto abuso acumulado como mirada distraída

Alejandro Palomas

Alejandro Palomas / JOAN MATEU PARRA

Josep Cuní

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“Esa es la magia de la ficción y también el horror de lo real. Que la vida no siempre es lo que ocurre, sino las secuelas de lo que parece ser”. Esto había escrito quien hasta esta semana hizo compatible la explosión literaria con el trauma escondido. Quien diseñó hechizos para sobreponerse a la repulsión. Quien quizás, en alguna ocasión, pensó “que la vida pase de largo, que no me encuentre” para ahuyentar los demonios parapetados en la parte somnolienta de su cerebro. Allí donde descansan los secretos que se quisieran olvidados pero que al despertar exigen su presencia para marcar vidas, alterar emociones, frenar ilusiones y frustrar deseos.

Esto es lo que hizo Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) durante más de 40 años. La mitad de la existencia que mantuvo ocultos los abusos sexuales sufridos a los ocho en el Colegio La Salle de Premià de Mar y que esta semana ha expuesto con los aterradores detalles del crudo realismo tamizado por el dominio literario. Y aliviando la opresión propia ha invitado a seguir sus pasos a quienes se mantengan aún en silencio. Los mismos silencios que el escritor admitió buscar y encontró al cumplir los 50. Pero entonces descubrió que “cuando callan los de fuera, empiezan a hablar los de dentro” porque “una de las cosas de la madurez es que el silencio te habla bien de quien eres”.

Creyó haberlo conseguido cuando recibió el Premio Nadal de 2018 por 'Un amor'. El afecto que solo sintió por uno de sus perros, Rulfo, fallecido el mismo año. Por eso escribió: “Ahora soy un hombre – o eso dicen – y quiero un perro que no muera. Un perro verde que no muera. Un perro verde que mire solo para ver y me espere en la otra orilla cuando me toque cruzar”. 

La corriente de emociones que ha provocado el testimonio del también poeta ha llegado en ayuda de los políticos que llevan tiempo pidiendo una comisión parlamentaria para investigar tanto abuso acumulado como mirada distraída. Y su lamento por la recelosa posición socialista le empujó a escribir un tuit dirigido al presidente Sánchez en el que, tras desnudar su dolor “por todos y todas los niños y las niñas abusados/as y violados/as por miembros de la Iglesia Católica desde hace décadas”, reivindicaba: ”Somos Memoria Histórica enterrada en vida. Denos usted la voz”. 

Y la voz se hizo. Como el verbo carne y el verso prosa. Alejandro Palomas tiene cita en Moncloa. Allí podrá aprobar la asignatura pendiente que explica por qué siempre le ha costado encontrar pareja. “No me he sentido el foco de la curiosidad de nadie. No genero preguntas y eso me hace sentir fatal”. Ni siquiera cuando aprovechando los ecos del premio literario desveló haber sufrido 'bullying' mucho tiempo. Por eso, cuando esté frente al Presidente podrá tranquilizarlo advirtiéndole: “vengo dañado de casa”. 

Quizás sea esta la oportunidad para que la Conferencia Episcopal Española emule a la Francesa. Y cumpla con el deseo del Papa Francisco de no ocular nada y facilitar la misma transparencia que persiguen los actuales hermanos de La Salle profundamente avergonzados de quienes, bajo el mismo ideario, además de pecar de obra lo hicieron de omisión comportándose como sepulcros blanqueados y manchando una orden religiosa más. Para mayor dolor de los creyentes. 

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