Proyecto polémico

Hágase la paz en Sant Antoni

Tal vez el problema actual en la losa de la ronda no deja ver lo que realmente necesitan los vecinos y la ciudad

'Mercado de la vergüenza' en Sant Antoni, al atardecer

'Mercado de la vergüenza' en Sant Antoni, al atardecer / MANU MITRU

Andrea Pelayo

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En los años del urbanismo táctico, nos hemos acostumbrado a escuchar con frecuencia términos como ‘pacificación’, utilizado para hablar de virajes hacia calles con menor o nulo tráfico que ceden protagonismo al peatón. Vista la movilización vecinal contra el uso actual de la ronda de Sant Antoni, quizá allí el término no sea preciso, después de tres años de desavenencias desde que se eliminaron las carpas del mercado. 

No ayuda el intermitente ‘mercado de la miseria’, que es casi como el Guadiana. La presencia de la Guardia Urbana surte efecto siempre. De haber un bazar de cuarta o quinta mano a no haberlo en un abrir y cerrar de ojos, a menudo dejando un reguero de zapatillas, transistores o muñecos caídos por las prisas de los vendedores. 

El malestar con el ambiente que se respira por el mercadillo o por los botellones es tal que hay incluso quien se plantea que una buena opción pasaría por que volvieran los coches, algo que sería inaudito en un lugar del que llevan desterrados 12 años. A tiempos desesperados, medidas desesperadas.

Tampoco facilita las cosas la provisionalidad del plan, que debía iniciar una nueva etapa este febrero y que volverá a repensarse por las protestas de las asociaciones vecinales. Los nuevos juegos y otros elementos que invitaban a permanecer en el espacio no convencían a muchos, seguros de que se les daría un mal uso en la ronda, actualmente más ravalera que del Eixample.

Tal vez el problema actual en la losa de la ronda de Sant Antoni no deja ver lo que realmente necesitan los vecinos y la ciudad. La provisionalidad ha generado nuevas situaciones que han acabado por enquistarse y que ahora impiden ver con claridad.  

Ojalá llegue la paz a Sant Antoni, con una solución estable que esquive el ruido e incivismo que ahora sufre en una de sus arterias y que dé un giro a una ronda que lo tendría todo para ser envidiable. Amplia, luminosa, céntrica y conectada con un barrio que ha ganado enteros con otra reforma táctica, la ‘superilla’. 

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