Rebajas perpetuas
Todo pretende hacernos creer que tenemos más razones que nunca para consumir como locos, cuando en realidad es todo lo contrario
Care Santos
Escritora
No sé qué me pasa, pero añoro las rebajas. Quiero decir, las rebajas de antes, esas que abrían los informativos con la imagen, repetida año tras año, de la cola de señoras entrando en estampida en unos grandes almacenes para hacerse con las mejores ofertas. La de esas mismas señoras metiéndole mano a una montaña de jerséis a un precio imbatible. Porque las rebajas tenían sus rituales, pero también sus mitos: el más importante era que las ofertas que valían la pena solo se conseguían la primera semana. Así que había que ir pronto, pisándole los talones a las señoras en estampida. Entre los rituales ineludibles estaba también el de presumir de lo comprado en las rebajas. Auténticas gangas, claro, que generaban envidias profundas y enormes desconsuelos. Perdida la oportunidad, había que esperar mucho para que volviera a darse otra. En eso también consistían las rebajas: en seguir el exacto calendario en que se producían, dos veces al año, y pasar el resto del tiempo esperando a que llegaran.
Desde la irrupción de los 'outlets' y el 'Black Friday', todo es un lío. Las rebajas no terminan nunca. O, lo que es lo mismo, las hay en todas partes, cada una con su propia lógica y calendario. En cualquier esquina puede aparecer una oportunidad. Todo es muy urgente (porque las oportunidades suelen venir acompañadas de una cuenta atrás), pero en realidad la urgencia se apaga pronto, por lo general cuando ya has comprado algo que, lo más seguro, no necesitas. Las rebajas de enero nos encuentran arruinados por culpa de las ofertas de noviembre. Eso suponiendo que necesitemos algo que aún no hayamos comprado.
Ahora nadie espera a las rebajas para hacerse con aquellos zapatos o aquella cafetera, sino que son los zapatos y la cafetera quienes salen a tu encuentro a diario, solo porque tuviste la mala idea de marcar una casilla autorizando a que te mandaran información de «ofertas exclusivas» sin sospechar que las ofertas y la exclusividad llegarían en forma de bombardeo diario. Tampoco podíamos pensar que el 'Black Friday' nos arrollaría con la fuerza de un tifón y que abarcaría mucho más que el viernes siguiente a Acción de Gracias, entre otras cosas porque aquí no celebramos tal cosa y aún hay gente que no entiende a qué vienen las ofertas. Todo pretende hacernos creer que tenemos más razones que nunca para consumir como locos, cuando en realidad es todo lo contrario.
Me pregunto dónde estarán las señoras de la estampida de antaño. Tal vez también se sienten nostálgicas y han acudido a los grandes almacenes, fieles a sus costumbres de toda la vida. Tal vez también son adictas a los 'outlets', las ventas exclusivas, las 'winter sales' y, por supuesto, el 'Black Friday'. O tal vez estén en casa, dándole una y otra vez a «Añadir al carrito», comprando compulsivamente cosas que no necesitan. Aunque a mí me gusta más imaginarlas gastando en cosas útiles a mitad de precio ese dinero que reservaron para las rebajas, como se hacía antes.
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